El
libro “The Impasse of the Latin American Left”: No es tanto lo que los autores
dicen, sino lo que omiten
Steve Ellner
Rebelión.org
Hugo
Chávez, quien defendió “el socialismo del siglo 21” ¿pudiera ser ubicado en la
misma categoría con Lula, del centro-izquierda? Los escritores en todo el
espectro político hacen una distinción tajante entre los dos, y también entre los
izquierdistas como Evo Morales en contraste con los gobiernos más moderados,
como los del Frente Amplio de Uruguay. Jorge Castañeda y otros escritores anti-izquierdistas, como algunos
moderados, alaban a Lula y al mismo tiempo denigran a Chávez (a quien Castañeda
etiquetó como “la izquierda populista” y la “izquierda mala”). Escritores más
hacia la izquierda defendieron la posición opuesta.
Los
autores de The Impasse of the Latin American Left, Franck Gaudichaud,
Massimo Modonesi, y Jeffery Webber quienes son destacados marxistas, se ubican
en el campo contrario al de Castañeda. Ellos aplauden a Chávez por ser
prácticamente el único entre los presidentes de la llamada “Marea Rosada” (los
gobiernos latinoamericanos progresistas) en lograr ciertos cambios
estructurales a través de numerosas expropiaciones. En contraste, Brasil, de
acuerdo con los autores, llegó a ser un poder “sub-imperial”, con 80% de las
exportaciones destinadas a otros países en la región en la forma de “productos
industrializados de alto o (en mayor parte) mediano grado de tecnología” (p.
105-106), mayoritariamente a cambio de recursos naturales y otros productos primarios
de sus vecinos.
A
pesar de las diferencias obvias entre los radicales y los moderados, muchos
autores colocan ambos grupos de gobiernos en la misma categoría. Todos los
líderes de la Marea Rosada siguieron una política exterior básicamente
nacionalista y privilegiaron los programas sociales en beneficio de los
sectores no incorporados de la población. Otro denominador común es que, en las
palabras de los autores, la Marea Rosada “representaba un rompimiento con el
neoliberalismo” (p. 131).
Finalmente,
los gobiernos de la Marea Rosada, tanto los comprometidos con el socialismo
como los pro-capitalistas, fueron sujetos a la hostilidad y las amenazas
provenientes de Washington y sus aliados. Brasil, uno de los gobiernos más
“moderados”, es un ejemplo de ello. La cálida recepción en los EE.UU. del
ex-juez federal, Sergio Moro, cuya
“colaboración clandestina con los fiscales estatales” (p. 61)) resultó en el encarcelamiento
de Lula, es una manifestación de las preferencias de Washington.
A
pesar de reconocer las diferencias básicas entre los gobiernos moderados y más
izquierdistas, Gaudichaud, Modonesi y Webber aseveran que la teoría de “la
revolución pasiva” formulada por Antonio Gramsci es aplicable al fenómeno de la
Marea Rosada en su totalidad, incluyendo a Venezuela. Analizado a través del lente
de la teoría de la revolución pasiva, los gobiernos de la Marea Rosada no
representaron “una expresión directa” ni de la clase dominante ni los sectores
populares, y por eso gozaron de una autonomía relativa, pero estaban dedicados
a lograr “un proyecto reformista conservador” (p. 131).
En
el marco de la teoría de la revolución pasiva, el aspecto más enfatizado en el
libro es el control estatal sobre los movimientos sociales y su
desmovilización. Los movimientos populares fueron elementos esenciales para la llegada
al poder de la Marea Rosada: en el caso de Brasil y Bolivia, Lula y Morales
emergieron de ellos; en Venezuela, Ecuador y Argentina, esos movimientos lograron
presionar a varios presidentes a renunciar. Los autores del libro alegan que
los gobiernos y partidos de la Marea Rosada domesticaron y disciplinaron a los
movimientos sociales, y en otros casos los marginaron.
Los autores apuntan a la
“polarización” entre los analistas de la izquierda referente al fenómeno de la
Marea Rosada. Por un lado, un grupo de simpatizantes incluye a los “apologistas
incondicionales” (p. 117). Al otro extremo están los críticos, lo que los
autores llaman “un arco iris de críticos izquierdistas” (p. 121), el cual
consiste en los defensores de diferentes ismos, como el
anti-capitalismo, el autonomismo libertario, el ambientalismo, y el
postcolonialismo (quienes enfocan en los derechos de las comunidades,
especialmente las indígenas). El anti-capitalismo es el ismo que más se
asemeja a las posiciones de los autores del libro, quienes subrayan las
alianzas de clase de la Marea Rosada con sectores de la burguesía. Como
ejemplo, los autores señalan la alianza entre la vieja oligarquía y las
empresas agrícolas multinacionales, que cimienta las “continuidades estructurales”
(p. 82) entre los años neoliberales y el período de la Marea Rosada. La crítica
más fuerte contra la Marea Rosada viene de los defensores del “autonomismo
libertario”, como lo ilustra el autor uruguayo Raúl Zibechi, quien ve ese
fenómeno como “un paso atrás” (p. 125) y niega su carácter anti-neoliberal.
La crítica del libro de la Marea
Rosada está sustentada con considerable evidencia empírica. Los errores y
fallas de la Marea Rosada, según los autores, incluyen la no reducción
significativa en muchos países de los niveles de corrupción que caracterizaron
el período neoliberal, la tendencia hacia la desindustrialización, el daño
ecológico que acompaña el modelo extractivista, la práctica de llevar a cabo
proyectos de desarrollo sin consultar cabalmente con las comunidades indígenas
afectadas; y el control excesivo de los movimientos sociales. Tomando en cuenta
los méritos empíricos del libro, la falla no es tanto lo que dice, sino lo que
omite en su análisis y lo que subestima.
Primero, a pesar de discutir el
impacto del imperialismo norteamericano, el libro no incorpora el factor
imperialista en su análisis de las causas de las políticas y estrategias
supuestamente equivocadas. Para tomar un caso extremo, las acciones hostiles de
Washington contra Venezuela llegaron a ser una verdadera guerra, empezando con
el famoso decreto de Obama declarando a ese país una “amenaza inusual y
extraordinaria” a la seguridad nacional de EE.UU., y luego con las sanciones
internacionales asfixiantes y el apoyo a acciones militares por parte de Trump.
En el contexto de estos desafíos aparentemente insuperables, los autores
básicamente recomiendan que los gobiernos chavistas vayan a la ofensiva. En
este sentido, señalan que los países que más se enfrentaron al imperialismo
(Venezuela, Bolivia y Ecuador) fueron precisamente aquellos en que “los
símbolos revolucionarios han sido lo más prominentes” (p. 34), con la
implicación que hay una correlación entre las ofensivas imperialistas y la
radicalización de la Marea Rosada. Pero podría aseverar lo contrario, es decir,
que en vista de las acciones tan despiadadas por parte del país más poderoso en
la historia, una estrategia defensiva era lo más indicado. Este es precisamente
el argumento de los seguidores de Nicolás Maduro, algunos de los cuales apuntan
a la Nueva Política Económica (NPE) de
Lenin como un precedente instructivo.
En una situación de guerra, las
expectativas de cambio tienen que ser ajustadas de acuerdo con la realidad que
está viviendo el país. Y esta realidad tiene que ser tomada en cuenta en
cualquier discusión sobre la desmovilización, las restricciones de las
libertades democráticas, y el extractivismo, los cuales están en el centro del
análisis de los autores. Para dar un ejemplo: la poca diversificación económica
en Venezuela estuvo innegablemente relacionada con el imperativo de
contrarrestar las campañas de desestabilización y así asegurarse del apoyo
activo de los sectores populares. Los programas sociales ambiciosos, más que la
transformación económica estructural, prometieron lograr este objetivo a corto
plazo.
Sin ir tan lejos de abogar por
una política por encima de otra, criticaría al libro por evitar el asunto fundamental
de cómo las estrategias tienen que estar diseñadas sobre la base de las
condiciones determinadas en el terreno nacional e internacional.
Segundo, como los autores demuestran
a través de la teoría de la revolución pasiva, los líderes de la Marea Rosada
en el poder trataron de controlar los movimientos sociales que inicialmente
apoyaron su gobierno. Lo que los autores en gran parte pasan por alto es que el
ejercicio de control efectivamente fue una tendencia, pero no una tendencia que
completamente desmovilizara a los movimientos sociales al extremo que perdieran
toda vitalidad o que los alejara completamente del gobierno progresista.
El ejemplo más claro es los
eventos en Bolivia que estaban en marcha cuando los autores estaban escribiendo
el libro. Los activistas y líderes de los movimientos sociales que rotundamente
se opusieron a las políticas extractivistas de Morales – incluyendo el
carismático Felipe Quispe quien estaba muy a la izquierda de
Morales – juntaron fuerzas en oposición al gobierno derechista de Jeanine Añez.
Ellos exitosamente presionaron para convocar nuevas elecciones y apoyaron al
partido MAS de la Marea Rosada en las elecciones presidenciales de octubre de
2020. Otro ejemplo de apoyo activo es el icónico Movimiento sin Tierra (MST), en
conjunto con el Partido de los Trabajadores (PT), también de la Marea Rosada, en
favor de la candidatura de Lula en las elecciones presidenciales pautadas para
octubre de 2022. Otro ejemplo más es el prestigioso líder del movimiento
comunal en Venezuela, Ángel
Prado, quien fue elegido alcalde en 2021 en la plancha del
Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), también de la Marea Rosada, a
pesar de fuertes choques entre los dos en el pasado.
Tercero,
los autores se oponen totalmente a las alianzas entre los gobiernos de la Marea
Rosada con “una o más de las fracciones de la clase dominante” (p. 50), pero no distinguen entre las alianzas
estratégicas y las tácticas. Las diferencias entre las dos no podrían ser de
mayor importancia. Algunos de estos pactos fueron, por lo menos al principio,
de una naturaleza táctica ya que fueron pragmáticamente concebidos y con
objetivos a corto plazo. Por ejemplo, en Venezuela y Bolivia, fueron diseñados
para contrarrestar los desórdenes violentos y económicamente devastadores
apoyados por poderosas organizaciones empresariales con el fin de tumbar el
gobierno. En muchos países de la Marea Rosada hubo una consideración práctica:
¿Por qué deben los contratos del gobierno beneficiar a los empresarios que
estaban apoyando el esfuerzo para desestabilizar el país con el fin de lograr
un “cambio del régimen”? Así que las alianzas fueron formadas con aquellos
empresarios que, independientemente de sus motivos, no participaron en los
ataques despiadados contra el gobierno. En pocas palabras, el tema de las
alianzas fue un asunto complejo. Los autores reconocen la diversidad de las
alianzas “de acuerdo con diferentes contextos nacionales” (p. 50), pero evitan
una discusión a fondo sobre las motivaciones del gobierno, que en algunos casos
fueron muy lejos de ser oportunistas.
Y cuatro,
los autores simpatizan y citan frecuentemente a los intelectuales, activistas y
organizaciones de la izquierda, pero más que todo aquellos con poca influencia política
en sus respectivos países. Por cierto, ellos no lograron llenar el vacío creado
por la serie de derrotas sufridas por la Marea Rosada después de 2015. La
expresidenta de Argentina Cristina Fernández famosamente señaló el estatus
marginal de los críticos izquierdistas de su gobierno, diciendo “A mi izquierda
está la pared” (p. 70). Gaudichaud, Modonesi, y Webber reconocen la debilidad
de los grupos políticos que ellos apoyan, pero parcialmente culpan a los
líderes de la Marea Rosada por llamarlos “traidores” y “revolucionarios impostores”
(p. 71). Su crítica está bien fundamentada ya que los líderes de la Marea
Rosada en Venezuela, Ecuador, y otros lugares han manifestado un grado de
sectarismo en su trato con los críticos a su izquierda.
A pesar
de las críticas de los autores del libro, el poder de permanencia de la Marea Rosada
durante las últimas dos décadas es impresionante. Sus avances recientes,
después de una serie de reveses, se deben en gran parte a los triunfos
electorales de candidatos presidenciales moderados, que siguen una estrategia
pragmática en vez de la línea dura propuesta por los autores. Eso ha ocurrido
en México, Argentina, Bolivia, Chile, y Honduras (más el caso de Andrés Arauz
que por poco no fue elegido presidente en Ecuador).
The
Impasse of the Latin American Left
presenta un análisis valioso que contribuye al conocimiento del fenómeno de la
Marea Rosada, pero que, en mi opinión, pasa por alto algunos aspectos
importantes del tema. Los errores y las fallas de la Marea Rosada tienen que
ser contextualizados. Reconocer las condiciones adversas no es suficiente ya
que la factibilidad de las opciones tiene que ser estudiada. Sin embargo, la
teoría de la revolución pasiva usada por los autores enmarca el problema de las
desmovilizaciones que debe ser el punto de partida para cualquier análisis
serio desde una perspectiva izquierdista. Las lecciones de la primera ola de
los gobiernos progresistas, como están rigurosamente exploradas en este libro,
han asumido una mayor relevancia con los nuevos avances de la Marea Rosada que
solamente pueden ser entendidas en el contexto de los aciertos de esos
gobiernos, así como también de sus errores.
Publicado
por NACLA: Report on the Americas
Traducido
con la ayuda de Michelle Ellner y Carmen Sánchez de Ellner
Steve Ellner es profesor
jubilado de la Universidad de Oriente en Venezuela y actualmente es editor
asociado de la revista Latin American Perspectives. Sus
últimos libros son Latin American Extractivism: Dependency,
Resource Nationalism, and Resistance in Broad Perspective (editado,
2021); y Latin
American Social Movements and Progressive Governments: Creative Tensions between Resistance and Convergence (co-editado,
2023).