Sunday, September 27, 2020

LA DEMOCRACIA NORTEAMERICANA TIENE UN SIN NUMERO DE FALLAS ¿Entonces qué Derecho Moral Tiene Washington en Dictar las Normas Democráticas Unilateralmente para el Resto del Mundo?

 

Entrevista de Prensa Latina Conmigo

“Democracia en EE.UU.: Fallas de Origen”

Por Deisy Francis Mexidor

Prensa Latina

26 de septiembre de 2020

 

La democracia en Estados Unidos tiene un sin número de fallas y deficiencias, algunas más graves que otras, pero la suma de ellas apunta hacia las profundas limitaciones que evidencia una nación cuyo Gobierno intenta dar lecciones al mundo, advirtió el académico Steve Ellner.

Una de esas reticencias es el propio “sistema en el cual los presidentes son elegidos por un colegio electoral que permite que un candidato pueda ganar con menos votos que su contrincante”, expresó en exclusiva al semanario Orbe el también doctor en historia latinoamericana de la Universidad de Nuevo México al referirse al actual contexto político en su país.

Recordó que, de los últimos tres mandatarios, “dos fueron elegidos con menos votos que su rival principal: George W. Bush en 2000 (con 600 000 sufragios de diferencia con Al Gore) y Donald Trump en 2016 (con tres millones de boletas respecto a Hillary Clinton)”.

Otro ejemplo es que varios estados ponen barreras que consisten en exigencias burocráticas que en su conjunto discriminan a grupos de las minorías como afroamericanos y latinos, explicó el editor asociado de la revista académica Latin American Perspectives.

También dijo que la exclusión hacia los sectores minoritarios se refleja en los casos de ciudadanos que cumplieron prisión. Por ejemplo, en Florida, “los exreclusos tienen que pagar sumas de dinero altamente elevadas” debido a que tras salir de la cárcel quedan endeudados con el Estado.

Aunque parezca sorprendente en el país de la “democracia”, en Florida a la mayoría de aquellos que cumplieron penas de privación de libertad eran impedidos de votar. “En 2018, un referéndum, promovido por organizaciones de derechos civiles y la Coalición Cristiana de América, les devolvió ese derecho fundamental”, reflexionó.

Los que rechazaron la iniciativa fueron de forma mayoritaria líderes republicanos. El año pasado encontraron “una vuelta a la decisión del referéndum desde su control del poder legislativo: solo podrían figurar en el padrón de votantes aquellos que hubieran saldado multas y tasas judiciales”, precisó Ellner.

Es una “cuestión de aritmética electoral —apostilló—, porque buena parte de los convictos pertenecen a las minorías negra e hispana, en especial aquellos que no tienen las condiciones económicas para saldar sus multas”. Generalmente esos votantes son más proclives a apoyar a los demócratas o a candidatos de la izquierda que a los republicanos.

Por otra parte argumentó que, en 2013, la Corte Suprema dominada por los conservadores prácticamente abolió la Ley de Derecho de Votar (Voting Rights Act) de 1965, que estableció mecanismos de revisión para evitar la exclusión electoral contra los afroamericanos.

En estos momentos “hay muchísimos reclamos contra los estados inclinados a la derecha por la práctica conocida como voter supression o la supresión contra los votantes”, enfatizó el autor y editor de una docena de libros sobre la historia y política de América Latina.

BARRERAS CONTRA EL VOTO

Ellner llamó la atención a su vez que Estados Unidos “es uno de los pocos países en el mundo en el cual el día de la elección no cae domingo, sino siempre un martes, lo que representa un obstáculo para muchos obreros votantes”.

Abundó igualmente sobre “prohibiciones que ayudan al Partido Republicano y que ahora Trump está implementando porque sabe (y ha sido demostrado empíricamente) que la abstención los favorece”.

Mientras, el Partido Demócrata “en estado tras estado bloquea los esfuerzos de los partidos progresistas y los postulantes independientes porque conoce que esas candidaturas les restan votos”, puntualizó al ahondar en los problemas de la democracia estadounidense.

El profesor Ellner, quien además impartió docencia en la Universidad de Oriente de Venezuela, comentó que en las campañas por la presidencia en Estados Unidos “lo más escandaloso de todo son las contribuciones electorales millonarias de las grandes corporaciones y su habilidad para mantener el anonimato”.

En 2010, a raíz del famoso caso de Citizens United, la Corte Suprema declaró que una “corporación tiene derechos como cualquier ciudadano y en el nombre de la libertad de expresión, el Estado no tiene el derecho de restringir su participación en la política”.

Como resultado de ello, existe un flujo de “dinero obscuro” (dark money) en la política norteamericana, mucho del cual proviene de fuentes ilícitas. Las normas fomentan donaciones para campañas que atacan a los candidatos rivales (smear campaigns). “O sea, si yo apoyo al aspirante presidencial A contra el B, no hay límite de dinero con tal de manchar al oponente. Eso ocurre en nuestra democracia y tiene un efecto perverso sobre la política estadounidense”, subrayó.

Sin ahondar en pronósticos, Ellner afirmó que de ganar Joseph Biden el 3 de noviembre, “no cambiarán las premisas básicas de la política exterior de Trump porque hay un consenso entre los republicanos y demócratas de que Estados Unidos tiene derecho de intervenir, en todos los sentidos de la palabra, en los asuntos internos de otros países”.

Sin embargo, bajo una administración demócrata, la postura hacia Venezuela y Cuba quizás sea menos hostil, aunque no significa que en general la agenda exterior de Biden llegue a ser “progresista” ni mejor que la de Trump.

La democracia en Estados Unidos tiene un sin número de fallas y deficiencias, algunas más graves que otras, pero la suma de ellas apunta hacia las profundas limitaciones que evidencia una nación cuyo Gobierno intenta dar lecciones al mundo, advirtió el académico Steve Ellner.

Una de esas reticencias es el propio “sistema en el cual los presidentes son elegidos por un colegio electoral que permite que un candidato pueda ganar con menos votos que su contrincante”, expresó en exclusiva al semanario Orbe el también doctor en historia latinoamericana de la Universidad de Nuevo México al referirse al actual contexto político en su país.

Recordó que, de los últimos tres mandatarios, “dos fueron elegidos con menos votos que su rival principal: George W. Bush en 2000 (con 600 000 sufragios de diferencia con Al Gore) y Donald Trump en 2016 (con tres millones de boletas respecto a Hillary Clinton)”.

Otro ejemplo es que varios estados ponen barreras que consisten en exigencias burocráticas que en su conjunto discriminan a grupos de las minorías como afroamericanos y latinos, explicó el editor asociado de la revista académica Latin American Perspectives.

También dijo que la exclusión hacia los sectores minoritarios se refleja en los casos de ciudadanos que cumplieron prisión. Por ejemplo, en Florida, “los exreclusos tienen que pagar sumas de dinero altamente elevadas” debido a que tras salir de la cárcel quedan endeudados con el Estado.

Aunque parezca sorprendente en el país de la “democracia”, en Florida a la mayoría de aquellos que cumplieron penas de privación de libertad eran impedidos de votar. “En 2018, un referéndum, promovido por organizaciones de derechos civiles y la Coalición Cristiana de América, les devolvió ese derecho fundamental”, reflexionó.

Los que rechazaron la iniciativa fueron de forma mayoritaria líderes republicanos. El año pasado encontraron “una vuelta a la decisión del referéndum desde su control del poder legislativo: solo podrían figurar en el padrón de votantes aquellos que hubieran saldado multas y tasas judiciales”, precisó Ellner.

Es una “cuestión de aritmética electoral —apostilló—, porque buena parte de los convictos pertenecen a las minorías negra e hispana, en especial aquellos que no tienen las condiciones económicas para saldar sus multas”. Generalmente esos votantes son más proclives a apoyar a los demócratas o a candidatos de la izquierda que a los republicanos.

Por otra parte argumentó que, en 2013, la Corte Suprema dominada por los conservadores prácticamente abolió la Ley de Derecho de Votar (Voting Rights Act) de 1965, que estableció mecanismos de revisión para evitar la exclusión electoral contra los afroamericanos.

En estos momentos “hay muchísimos reclamos contra los estados inclinados a la derecha por la práctica conocida como voter supression o la supresión contra los votantes”, enfatizó el autor y editor de una docena de libros sobre la historia y política de América Latina.

BARRERAS CONTRA EL VOTO

Ellner llamó la atención a su vez que Estados Unidos “es uno de los pocos países en el mundo en el cual el día de la elección no cae domingo, sino siempre un martes, lo que representa un obstáculo para muchos obreros votantes”.

Abundó igualmente sobre “prohibiciones que ayudan al Partido Republicano y que ahora Trump está implementando porque sabe (y ha sido demostrado empíricamente) que la abstención los favorece”.

Mientras, el Partido Demócrata “en estado tras estado bloquea los esfuerzos de los partidos progresistas y los postulantes independientes porque conoce que esas candidaturas les restan votos”, puntualizó al ahondar en los problemas de la democracia estadounidense.

El profesor Ellner, quien además impartió docencia en la Universidad de Oriente de Venezuela, comentó que en las campañas por la presidencia en Estados Unidos “lo más escandaloso de todo son las contribuciones electorales millonarias de las grandes corporaciones y su habilidad para mantener el anonimato”.

En 2010, a raíz del famoso caso de Citizens United, la Corte Suprema declaró que una “corporación tiene derechos como cualquier ciudadano y en el nombre de la libertad de expresión, el Estado no tiene el derecho de restringir su participación en la política”.

Como resultado de ello, existe un flujo de “dinero obscuro” (dark money) en la política norteamericana, mucho del cual proviene de fuentes ilícitas. Las normas fomentan donaciones para campañas que atacan a los candidatos rivales (smear campaigns). “O sea, si yo apoyo al aspirante presidencial A contra el B, no hay límite de dinero con tal de manchar al oponente. Eso ocurre en nuestra democracia y tiene un efecto perverso sobre la política estadounidense”, subrayó.

Sin ahondar en pronósticos, Ellner afirmó que de ganar Joseph Biden el 3 de noviembre, “no cambiarán las premisas básicas de la política exterior de Trump porque hay un consenso entre los republicanos y demócratas de que Estados Unidos tiene derecho de intervenir, en todos los sentidos de la palabra, en los asuntos internos de otros países”.

Sin embargo, bajo una administración demócrata, la postura hacia Venezuela y Cuba quizás sea menos hostil, aunque no significa que en general la agenda exterior de Biden llegue a ser “progresista” ni mejor que la de Trump.

https://www.prensa-latina.cu/images/2020/Publicaciones/Orbe/Orbe-2217.pdf

Monday, September 21, 2020

JUDGE GINSBURG'S REPLACEMENT: U.S. POLITICAL SYSTEM SKEWED IN FAVOR OF THE RIGHT

 

With the death of Ruth Bader Ginsburg, the Senate will be voting on a new Supreme Court judge. Trump will very likely attempt to railroad through a new appointment, thus pushing the court further to the right. Moments like this place in full view the undemocratic nature of the U.S. political system. Most of the highly populated states are more left leaning and have Democratic Party senators than sparsely populated states, which tend to have Republican Party senators. For instance, New York's population is 19.5 million and California's is 39.8, as opposed to Nebraska with 1.9 million. The first two states have two Democratic senators while the latter is represented by two Republicans. That means that California has over twenty times the population than Nebraska but both are going to have equal say in the naming of a new Supreme Court judge. 


Compare that with Venezuela, a country that the U.S. government labels totalitarian. Upon elected president, Hugo Chavez promoted the drafting of a new constitution that replaced the bi-cameral legislature with a National Assembly. If the U.S. had that system it is highly unlikely you would have the Supreme Court dominated by conservative and right-wing judges as it is today.