LA DEMOCRACIA NORTEAMERICANA TIENE UN SIN NUMERO DE FALLAS ¿Entonces qué Derecho Moral Tiene Washington en Dictar las Normas Democráticas Unilateralmente para el Resto del Mundo?
Entrevista de Prensa Latina Conmigo
“Democracia en EE.UU.: Fallas de Origen”
Por Deisy Francis Mexidor
Prensa Latina
26 de septiembre de 2020
La democracia en Estados Unidos tiene un sin número de
fallas y deficiencias, algunas más graves que otras, pero la suma de ellas
apunta hacia las profundas limitaciones que evidencia una nación cuyo Gobierno
intenta dar lecciones al mundo, advirtió el académico Steve Ellner.
Una de esas reticencias es el propio “sistema en el
cual los presidentes son elegidos por un colegio electoral que permite que un
candidato pueda ganar con menos votos que su contrincante”, expresó en
exclusiva al semanario Orbe el también doctor en historia latinoamericana de la
Universidad de Nuevo México al referirse al actual contexto político en su
país.
Recordó que, de los últimos tres mandatarios, “dos
fueron elegidos con menos votos que su rival principal: George W. Bush en 2000
(con 600 000 sufragios de diferencia con Al Gore) y Donald Trump en 2016 (con
tres millones de boletas respecto a Hillary Clinton)”.
Otro ejemplo es que varios estados ponen barreras que
consisten en exigencias burocráticas que en su conjunto discriminan a grupos de
las minorías como afroamericanos y latinos, explicó el editor asociado de la
revista académica Latin American Perspectives.
También dijo que la exclusión hacia los sectores
minoritarios se refleja en los casos de ciudadanos que cumplieron prisión. Por
ejemplo, en Florida, “los exreclusos tienen que pagar sumas de dinero altamente
elevadas” debido a que tras salir de la cárcel quedan endeudados con el Estado.
Aunque parezca sorprendente en el país de la
“democracia”, en Florida a la mayoría de aquellos que cumplieron penas de
privación de libertad eran impedidos de votar. “En 2018, un referéndum,
promovido por organizaciones de derechos civiles y la Coalición Cristiana de
América, les devolvió ese derecho fundamental”, reflexionó.
Los que rechazaron la iniciativa fueron de forma
mayoritaria líderes republicanos. El año pasado encontraron “una vuelta a la
decisión del referéndum desde su control del poder legislativo: solo podrían
figurar en el padrón de votantes aquellos que hubieran saldado multas y tasas
judiciales”, precisó Ellner.
Es una “cuestión de aritmética electoral —apostilló—,
porque buena parte de los convictos pertenecen a las minorías negra e hispana,
en especial aquellos que no tienen las condiciones económicas para saldar sus
multas”. Generalmente esos votantes son más proclives a apoyar a los demócratas
o a candidatos de la izquierda que a los republicanos.
Por otra parte argumentó que, en 2013, la Corte
Suprema dominada por los conservadores prácticamente abolió la Ley de Derecho
de Votar (Voting Rights Act) de 1965, que estableció mecanismos de revisión
para evitar la exclusión electoral contra los afroamericanos.
En estos momentos “hay muchísimos reclamos contra los
estados inclinados a la derecha por la práctica conocida como voter supression
o la supresión contra los votantes”, enfatizó el autor y editor de una docena
de libros sobre la historia y política de América Latina.
BARRERAS CONTRA EL VOTO
Ellner llamó la atención a su vez que Estados Unidos
“es uno de los pocos países en el mundo en el cual el día de la elección no cae
domingo, sino siempre un martes, lo que representa un obstáculo para muchos
obreros votantes”.
Abundó igualmente sobre “prohibiciones que ayudan al
Partido Republicano y que ahora Trump está implementando porque sabe (y ha sido
demostrado empíricamente) que la abstención los favorece”.
Mientras, el Partido Demócrata “en estado tras estado
bloquea los esfuerzos de los partidos progresistas y los postulantes
independientes porque conoce que esas candidaturas les restan votos”, puntualizó
al ahondar en los problemas de la democracia estadounidense.
El profesor Ellner, quien además impartió docencia en
la Universidad de Oriente de Venezuela, comentó que en las campañas por la
presidencia en Estados Unidos “lo más escandaloso de todo son las
contribuciones electorales millonarias de las grandes corporaciones y su
habilidad para mantener el anonimato”.
En 2010, a raíz del famoso caso de Citizens United, la
Corte Suprema declaró que una “corporación tiene derechos como cualquier ciudadano
y en el nombre de la libertad de expresión, el Estado no tiene el derecho de
restringir su participación en la política”.
Como resultado de ello, existe un flujo de “dinero
obscuro” (dark money) en la política norteamericana, mucho del cual proviene de
fuentes ilícitas. Las normas fomentan donaciones para campañas que atacan a los
candidatos rivales (smear campaigns). “O sea, si yo apoyo al aspirante
presidencial A contra el B, no hay límite de dinero con tal de manchar al
oponente. Eso ocurre en nuestra democracia y tiene un efecto perverso sobre la
política estadounidense”, subrayó.
Sin ahondar en pronósticos, Ellner afirmó que de ganar
Joseph Biden el 3 de noviembre, “no cambiarán las premisas básicas de la
política exterior de Trump porque hay un consenso entre los republicanos y
demócratas de que Estados Unidos tiene derecho de intervenir, en todos los
sentidos de la palabra, en los asuntos internos de otros países”.
Sin embargo, bajo una administración demócrata, la
postura hacia Venezuela y Cuba quizás sea menos hostil, aunque no significa que
en general la agenda exterior de Biden llegue a ser “progresista” ni mejor que
la de Trump.
La democracia en Estados Unidos tiene un sin número de fallas y deficiencias, algunas más graves que otras, pero la suma de ellas apunta hacia las profundas limitaciones que evidencia una nación cuyo Gobierno intenta dar lecciones al mundo, advirtió el académico Steve Ellner.
Una de esas reticencias es el propio “sistema en el
cual los presidentes son elegidos por un colegio electoral que permite que un
candidato pueda ganar con menos votos que su contrincante”, expresó en
exclusiva al semanario Orbe el también doctor en historia latinoamericana de la
Universidad de Nuevo México al referirse al actual contexto político en su
país.
Recordó que, de los últimos tres mandatarios, “dos
fueron elegidos con menos votos que su rival principal: George W. Bush en 2000
(con 600 000 sufragios de diferencia con Al Gore) y Donald Trump en 2016 (con
tres millones de boletas respecto a Hillary Clinton)”.
Otro ejemplo es que varios estados ponen barreras que
consisten en exigencias burocráticas que en su conjunto discriminan a grupos de
las minorías como afroamericanos y latinos, explicó el editor asociado de la
revista académica Latin American Perspectives.
También dijo que la exclusión hacia los sectores
minoritarios se refleja en los casos de ciudadanos que cumplieron prisión. Por
ejemplo, en Florida, “los exreclusos tienen que pagar sumas de dinero altamente
elevadas” debido a que tras salir de la cárcel quedan endeudados con el Estado.
Aunque parezca sorprendente en el país de la
“democracia”, en Florida a la mayoría de aquellos que cumplieron penas de
privación de libertad eran impedidos de votar. “En 2018, un referéndum,
promovido por organizaciones de derechos civiles y la Coalición Cristiana de
América, les devolvió ese derecho fundamental”, reflexionó.
Los que rechazaron la iniciativa fueron de forma
mayoritaria líderes republicanos. El año pasado encontraron “una vuelta a la
decisión del referéndum desde su control del poder legislativo: solo podrían
figurar en el padrón de votantes aquellos que hubieran saldado multas y tasas
judiciales”, precisó Ellner.
Es una “cuestión de aritmética electoral —apostilló—,
porque buena parte de los convictos pertenecen a las minorías negra e hispana,
en especial aquellos que no tienen las condiciones económicas para saldar sus
multas”. Generalmente esos votantes son más proclives a apoyar a los demócratas
o a candidatos de la izquierda que a los republicanos.
Por otra parte argumentó que, en 2013, la Corte
Suprema dominada por los conservadores prácticamente abolió la Ley de Derecho
de Votar (Voting Rights Act) de 1965, que estableció mecanismos de revisión
para evitar la exclusión electoral contra los afroamericanos.
En estos momentos “hay muchísimos reclamos contra los
estados inclinados a la derecha por la práctica conocida como voter supression
o la supresión contra los votantes”, enfatizó el autor y editor de una docena
de libros sobre la historia y política de América Latina.
BARRERAS CONTRA EL VOTO
Ellner llamó la atención a su vez que Estados Unidos
“es uno de los pocos países en el mundo en el cual el día de la elección no cae
domingo, sino siempre un martes, lo que representa un obstáculo para muchos
obreros votantes”.
Abundó igualmente sobre “prohibiciones que ayudan al
Partido Republicano y que ahora Trump está implementando porque sabe (y ha sido
demostrado empíricamente) que la abstención los favorece”.
Mientras, el Partido Demócrata “en estado tras estado
bloquea los esfuerzos de los partidos progresistas y los postulantes
independientes porque conoce que esas candidaturas les restan votos”, puntualizó
al ahondar en los problemas de la democracia estadounidense.
El profesor Ellner, quien además impartió docencia en
la Universidad de Oriente de Venezuela, comentó que en las campañas por la
presidencia en Estados Unidos “lo más escandaloso de todo son las
contribuciones electorales millonarias de las grandes corporaciones y su
habilidad para mantener el anonimato”.
En 2010, a raíz del famoso caso de Citizens United, la
Corte Suprema declaró que una “corporación tiene derechos como cualquier ciudadano
y en el nombre de la libertad de expresión, el Estado no tiene el derecho de
restringir su participación en la política”.
Como resultado de ello, existe un flujo de “dinero
obscuro” (dark money) en la política norteamericana, mucho del cual proviene de
fuentes ilícitas. Las normas fomentan donaciones para campañas que atacan a los
candidatos rivales (smear campaigns). “O sea, si yo apoyo al aspirante
presidencial A contra el B, no hay límite de dinero con tal de manchar al
oponente. Eso ocurre en nuestra democracia y tiene un efecto perverso sobre la
política estadounidense”, subrayó.
Sin ahondar en pronósticos, Ellner afirmó que de ganar
Joseph Biden el 3 de noviembre, “no cambiarán las premisas básicas de la
política exterior de Trump porque hay un consenso entre los republicanos y
demócratas de que Estados Unidos tiene derecho de intervenir, en todos los
sentidos de la palabra, en los asuntos internos de otros países”.
Sin embargo, bajo una administración demócrata, la
postura hacia Venezuela y Cuba quizás sea menos hostil, aunque no significa que
en general la agenda exterior de Biden llegue a ser “progresista” ni mejor que
la de Trump.