La Política Inconsistente de Trump hacia América Latina
por Steve Ellner
Publicado en ingles
por NACLA: Report on the Americas
Durante su primer
mandato, el presidente Donald Trump llevó a cabo una campaña de "máxima
presión" contra los supuestos adversarios de Estados Unidos en América
Latina y otras regiones. Entre sus medidas de línea dura, impuso severas sanciones
a Venezuela—lo que irónicamente, provocó un éxodo masivo de venezolanos hacia
Estados Unidos—y revirtió el acercamiento del expresidente Barack Obama con
Cuba.
Pero ¿Qué tan comprometido
está Trump en combatir el comunismo en América Latina en este momento—es decir,
en Venezuela, Cuba y Nicaragua? La respuesta sigue siendo incierta.
Sus recientes
amenazas contra Panamá, Canadá y Groenlandia, así como su enfrentamiento con el
presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, han desviado la atención de los "verdaderos
enemigos ", según la retórica habitual de Washington. En este contexto,
las acciones de política exterior de Trump en los primeros dos meses de su
segundo mandato contrastan con su primera administración, cuando el “cambio de
régimen” era el objetivo inequívoco.
En su discurso del
4 de marzo ante la Sesión Conjunta del Congreso, Trump no mencionó a Nicolás
Maduro, Miguel Díaz-Canel ni Daniel Ortega, marcando una diferencia con su
retórica anterior.
Incluso no está claro
si contará nuevamente con las sanciones internacionales, como lo hizo con Venezuela
y Cuba en su primer mandato. Ha indicado que el uso de "aranceles como
castigo" podría ser una alternativa preferible, ya que, según una fuente
cercana, el presidente "teme que las sanciones internacionales alejen a los países
del dólar estadounidense".
A diferencia de sus
firmes posturas en temas como inmigración, derechos de las personas trans y la
política fiscal, su enfoque hacia América Latina está marcada por vacilaciones
e incertidumbre, reflejo de su creciente uso de tácticas transaccionales en
política exterior. Los anticomunistas de línea dura tanto dentro como fuera del
Partido Republicano no ven esto con buenos ojos.
El Péndulo Venezolano
Un claro ejemplo
de esta inconsistencia es Venezuela. La oposición liderada por María Corina
Machado tenía razones para ser optimista tras la victoria de Trump en noviembre
y su designación de Marco Rubio, un halcón en temas latinoamericanos, como
Secretario de Estado.
"Tristemente,
Venezuela está gobernada por una organización narcotraficante", declaró
Rubio en su audiencia de confirmación, donde fue ratificado por unanimidad.
Luego criticó la administración Biden por haber sido “engañada" al negociar con Maduro a finales de 2022 y otorga
una licencia a Chevron, la cual está "proporcionando miles de millones de
dólares a las arcas del régimen". También emitió una advertencia ominosa sobre
Cuba: "La hora de la verdad está llegando, Cuba literalmente se está derrumbando".
Los
acontecimientos en Siria alentaron aún más a la derecha venezolana. Apenas unos
días antes de la toma de posesión de Trump, Machado declaró al Financial Times:
“¿No creen que [los generales que apoyan a Maduro] se miran al
espejo y ven a los generales que Assad dejó atrás?”
Sin embargo, todo
cambió con el encuentro amistoso entre el enviado de Trump para misiones especiales,
Richard Grenell, y Maduro en Caracas a finales de enero. En esa reunión, Maduro
acordó liberar a seis prisioneros estadounidenses y facilitar el retorno de
inmigrantes venezolanos desde Estados Unidos. Días después, se permitió la
renovación de la licencia otorgada por Biden a Chevron para la explotación de petróleo
venezolano, lo que representa una cuarta parte de la producción total de crudo
del país. Al mismo tiempo Grenell afirmó que Trump “no busca cambios en el régimen [de Maduro]”.
Para empeorar aún
más la situación, el Departamento de Seguridad Nacional (Homeland Security)
anunció la cancelación de la extensión del Estatus de Protección Temporal (TPS)
otorgada por Biden a más de 300,000 inmigrantes venezolanos, argumentando que había
“mejoras significativas en áreas como la
economía, la salud pública y el crimen que permiten el regreso seguro de estos
ciudadanos a su país de origen”.
Estos giros no fueron
bien recibidos por los sectores más radicales de Miami y la oposición
venezolana. El notorio periodista del Miami Herald, Andrés Oppenheimer,
lo expresó con contundencia: “El apretón de manos entre Grenell y Maduro cayó como un balde de
agua fría para muchos sectores de la oposición venezolana… y representó una
legitimación del gobierno de Maduro”. Añadió que, aunque el gobierno de Trump
negó haber alcanzado un acuerdo con Maduro, “se han levantado muchas sospechas,
y estas no se disiparán hasta que Trump aclare la situación”.
Tras el viaje de
Grenell a Venezuela, el tema de la renovación de la licencia de Chevron tomó un
giro inesperado. En una videoconferencia el 26 de febrero, Donald Trump Jr. le comentó
a María Corina Machado que, apenas una hora antes, su padre había tuiteado que
la licencia de Chevron sería descontinuada. Tras una carcajada, Machado, visiblemente
complacida, le dirigió unas palabras a Trump Sr.: “Mire, Señor Presidente, Venezuela es la mayor oportunidad en este
continente para usted, para el pueblo estadounidense y para todo nuestro
continente”. Machado parecía intentar replicar el acuerdo entre Zelensky y
Trump sobre los recursos minerales de Ucrania.
Mientras tanto, Mauricio
Claver-Carone, enviado especial del Departamento de Estado para América Latina,
le dijo a Oppenheimer que la licencia de Chevron era "permanente" y se renovaba automáticamente cada seis meses.
Sin embargo, apenas una semana después, Trump cambió nuevamente su postura. Axios
informó que la última decisión se debió a la presión de tres congresistas republicanos
de Florida, quienes amenazaron con retener sus votos en el presupuesto presentado
al congreso por Trump. Según fuentes cercanas, Trump admitió en privado: "Están enloquecidos y necesito sus votos".
Las Tensiones
Internas del Trumpismo
Las amenazas de
Trump a líderes mundiales siguen la estrategia descrita en su libro El arte
de la negociación (1987). Para algunos de sus leales, la estrategia está
funcionando a la perfección. Su enfoque puede resumirse como “atacar y
negociar”. Escribió “mi estilo de negociación es bastante simple”. “Apunto muy alto, y luego sigo presionando y presionando… hasta
conseguir lo que busco.”
Esto es
precisamente lo que ocurrió cuando Trump anunció sus planes de “recuperar” el
Canal de Panamá, lo que llevó a una empresa de Hong Kong a revelar sus
intenciones de vender la operación de dos puertos panameños a un consorcio que
incluye a BlackRock. No sorprende que Trump se atribuyera el acuerdo.
Un escenario
similar tuvo lugar en el caso de Colombia, donde el presidente Gustavo Petro
cedió en los vuelos de deportación de EE. UU. para evitar represalias
comerciales. Por razones similares, la mexicana Claudia Sheinbaum desplegó
10,000 soldados en la frontera norte para frenar cruces irregulares y luego, el
6 de marzo, preguntó a Trump por teléfono: “¿Cómo podemos seguir colaborando si EE. UU. está tomando
medidas que perjudican al pueblo mexicano?” En respuesta, Trump suspendió
temporalmente la aplicación de aranceles del 25 por ciento a los productos
mexicanos.
En El arte de
la negociación, Trump se jacta de su estrategia de engaño, como cuando declaró
ante la Comisión de Licencias de Nueva Jersey que estaba “más que dispuesto a retirarse de Atlantic City si el
proceso regulatorio resultaba demasiado difícil o lento.” De manera similar, ha
afirmado en reiteradas ocasiones que Estados Unidos no necesita el petróleo
venezolano. Sin embargo, la volatilidad del mercado mundial del petróleo y la
posibilidad de que otras naciones accedan a las vastas reservas de Venezuela
son cuestiones de gran preocupación para Washington.
La aplicación del
enfoque de El arte de la negociación a la política exterior ejemplifica
la tendencia pragmática de Trump. El gobierno de Maduro y algunos sectores de
la izquierda ven con buenos ojos este pragmatismo, ya que deja abierta la
posibilidad de concesiones por parte de Venezuela a cambio del levantamiento de
sanciones. Portavoces del gobierno venezolano, al menos públicamente, otorgan a
Trump el beneficio de la duda al atribuir la anulación de la licencia de
Chevron y otras decisiones adversas a la presión de la extrema derecha de
Miami.
Según el Wall
Street Journal varios empresarios estadounidenses que viajaron a Caracas y
“se reunieron con Maduro y su círculo cercano señalaron que los
venezolanos estaban convencidos de que Trump… se relacionaría con Maduro de
manera similar a como lo hizo con los líderes de Corea del Norte y Rusia.”
Sin embargo, este
optimismo pasa por alto las corrientes contrastantes dentro del trumpismo. Si
bien las convergencias son mayores que las diferencias, las prioridades dentro
del movimiento MAGA a veces chocan. Por un lado, el populismo de derecha enfatiza
el tema de la inmigración, el anti-"wokismo" y la oposición a la
ayuda exterior, todo diseñado para atraer apoyo más allá de la base tradicional
de las clases alta y media-alta del Partido Republicano. Por otro lado, la
extrema derecha convencional exige nada menos que un cambio de régimen y
acciones de desestabilización contra Venezuela y Cuba (acciones que los
“populistas” no se oponen). Los halcones de la extrema derecha definen a estos
tres gobiernos como “izquierdistas” y, en palabras recientes de Rubio, “enemigos de la humanidad.”
La decisión de Maduro
para colaborar en la repatriación de los inmigrantes venezolanos a cambio de la
renovación de la licencia de Chevron ilustra las prioridades contradictorias dentro
del trumpismo. Para la extrema derecha anti-izquierdista, el supuesto acuerdo fue
una "traición" a los principios por parte de Washington,
mientras que para los populistas de derecha fue una victoria para Trump,
especialmente considerando la magnitud de la población inmigrante de Venezuela.
Del mismo modo, la
reducción drástica de la ayuda exterior ha producido tensiones dentro de
trumpismo. En su reciente discurso ante el Congreso, Trump denunció la
asignación de 8 millones de dólares a un programa LGBTQ+ en una nación africana
"de la que nadie ha oído hablar", así como otros supuestos programas
progresistas. Incluso el senador de línea dura de Florida, Rick Scott, ha
cuestionado la eficacia de la ayuda exterior, afirmando: "Veamos: el régimen de Castro aún controla Cuba, Venezuela
acaba de robar otras elecciones, Ortega se está fortaleciendo en
Nicaragua". La declaración de Scott refleja el pensamiento transaccional
de Trump respecto a la oposición venezolana: demasiados dólares destinados a intentos
fallidos de cambio de régimen.
En contraste, el defensor
de los halcones, Oppenheimer, publicó un artículo de opinión en el Miami
Herald titulado "Los recortes de Trump a ayuda exterior son una bendición
para los dictadores en China, Venezuela y Cuba".
El tema de la
ayuda estadounidense también ha generado enfrentamientos internos desde una
fuente inesperada: la propia oposición derechista venezolana. La periodista de
investigación Patricia Poleo, radicada en Miami y opositora de larga data de
Hugo Chávez y Maduro, ha acusado a Juan Guaidó y a su gobierno interino de apropiarse millones,
si no miles de millones, otorgados por el gobierno de EE.UU. a la oposición
venezolana. Poleo, ahora ciudadana estadounidense, afirma que el FBI está
investigando a Guaidó por malversación de fondos.
No se puede
subestimar la influencia del componente anti-izquierdista del trumpismo. Trump
se ha convertido en la principal inspiración de lo que se ha denominado la
nueva "Internacional Reaccionaria", comprometida con combatir a la
izquierda en todo el mundo. Además, los halcones que han manifestado interés abrumador
en derrocar al gobierno de Maduro (una aspiración de los populistas de la
derecha también) —incluidos Rubio, Elon Musk, Claver-Carone, y el asesor de
Seguridad Nacional Michael Waltz—forman parte del círculo de asesores de Trump.
No es de extrañar que,
durante la fase de luna de miel de la presidencia de Trump, una lista de deseos
populista recibiera considerable atención. Sin embargo, la anexión del Canal de
Panamá, Canadá y Groenlandia resulta irrealizable, al igual que la conversión
de Gaza en una “Riviera de Medio Oriente”. Su esquema arancelario no se queda
atrás. Además, si bien el uso de la intimidación le ha permitido obtener
concesiones, la eficacia de esta táctica de negociación es limitada: las
amenazas pierden fuerza cuando se repiten sin cesar. Finalmente, las promesas
incumplidas de Trump de reducir los precios de los alimentos y lograr otras
hazañas económicas inevitablemente aumentarán la desilusión entre sus partidarios.
Trump detesta
perder y, ante la caída de su popularidad, es probable que opte por objetivos
más realistas que cuentan con el respaldo bipartidista y el apoyo de los medios
comerciales. En este contexto, los tres gobiernos del hemisferio percibidos
como adversarios de EE.UU. se perfilan como los blancos más probables. A falta
de tropas estadounidenses sobre el terreno—una medida que no contaría con
respaldo popular—no puede descartar una acción militar o no militar contra
Venezuela, Cuba o Nicaragua, o tal vez contra Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Steve Ellner es profesor jubilado de la Universidad de Oriente en
Venezuela. Actualmente es editor asociado de Latin American Perspectives.
Es autor de numerosos libros, entre ellos El fenómeno Chávez: sus
orígenes y su impacto hasta 2013 (2014) y La izquierda
latinoamericana en el poder: Cambios y enfrentamientos en el siglo XXI (editor,
publicado por CELARG y el Centro Nacional de Historia, Caracas, 2014). https://www.dropbox.com/s/yxxsdyf0puqxdhg/La%20izquierda%20latinoamericana%20book.pdf?dl=0