¿“Neoliberal y Autoritario”? Un Análisis Simplista que Deja Mucho Fuera del Debate sobre el Gobierno de Maduro.
Por Steve Ellner
Rebelion.org
El artículo de
Gabriel Hetland, titulado “Capitalism and authoritarianism in
Maduro’s Venezuela”,
publicado en New Labor Forum y reproducido en LINKS International Journal of Socialist Renewal,
presenta una visión sesgada y descontextualizada de Venezuela bajo el gobierno
del presidente Nicolás Maduro. Según Hetland, el gobierno de Maduro carece
prácticamente de cualquier rasgo favorable. Hetland cita con aprobación la
afirmación de los críticos más duros de Maduro dentro de la izquierda, quienes
sostienen que su gobierno y la oposición de derecha son “las dos caras de la misma moneda”.
Sin embargo,
cualquier estudio serio sobre Venezuela bajo el gobierno de Maduro debe integrar
en el análisis el impacto de las sanciones económicas impuestas por Estados
Unidos, y no limitarse a hacer menciones superficiales de las mismas. La guerra
económica orquestada desde Washington socavó de manera significativa la
eficacia de políticas potencialmente acertadas impulsadas por Maduro. Desestimar
dichas políticas como prueba de incompetencia —o ignorarlas por completo, como
hace Hetland— resulta engañoso.
Más bien, los efectos
tóxicos de la relación entre la política gubernamental venezolana y los actos
de agresión por parte de Washington deben ocupar un lugar central en el
análisis. El enfoque de blanco y negro de Hetland le hace un flaco favor a la
compleja y, en muchos aspectos, singular experiencia del chavismo. Un examen
más matizado y crítico es esencial si queremos extraer las lecciones necesarias
del proceso político en el país.
Guerra contra
Venezuela
Para empezar, no se
pueden utilizar los mismos criterios para evaluar gobiernos como los de
Venezuela (o Cuba) que usan para analizar gobiernos progresistas como el de
Brasil bajo Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, o el de Argentina
durante los mandatos de los Kirchner (Néstor y Cristina). Las acciones ilegales
y semi-legales emprendidas por Washington y por la oposición de derecha
venezolana han sido numerosas e implacables casi desde el inicio de la
presidencia de Hugo Chávez en 1999. De muchas maneras, estas se intensificaron
durante el gobierno de Maduro.
Estas incluyen:
golpes de Estado abortados; intentos de asesinato —uno de ellos con drones (1);
el reconocimiento de gobiernos de facto; llamados públicos de altos
funcionarios estadounidenses instando a los oficiales militares venezolanos a
intervenir; invasiones por parte de fuerzas paramilitares provenientes de
Colombia; campañas internacionales, tanto encubiertas como abiertas, para
aislar a Venezuela; financiamiento extranjero a grupos
opositores en una escala muy superior al que se otorgó a países vecinos;
violencia callejera generalizada y prolongada con el objetivo de provocar un
cambio de régimen; y sanciones secundarias de gran alcance destinadas a
presionar a corporaciones y gobiernos de todo el mundo para que eviten
relaciones comerciales con Venezuela, lo que equivale a un embargo de facto.
Todas estas acciones han sido ampliamente documentadas. (2)
Es necesario incorporarse
plenamente el alcance total de la guerra contra Venezuela en el análisis. Sin
embargo, los lectores de Hetland no llegan a comprender contra qué se está enfrentando
Maduro. Los efectos de esta guerra van mucho más allá de ser un asunto de
interés académico: constituyen un elemento esencial en el debate sobre si la
presidencia de Maduro debe considerarse un fracaso absoluto, una postura
defendida por la derecha y por sectores de la izquierda, incluyendo al propio
Hetland. Lejos de reconocer la naturaleza multifacética de la agresión contra
Venezuela, esta visión la reduce a la cuestión de las sanciones, las cuales son
consideradas como no más — y en muchos casos mucho menos — responsables de las
penurias económicas del país que los errores y la supuesta incompetencia de
Maduro. Estos críticos subestiman el efecto devastador de la guerra contra
Venezuela, especialmente si se considera que muchos de los errores de Maduro
fueron, en realidad, sobrerreacciones ante provocaciones respaldadas o iniciadas
por Washington.
Además, Washington ha
contrarrestado sistemáticamente cada iniciativa emprendida por el gobierno de
Maduro para hacer frente a las dificultades económicas del país. Por ejemplo,
cuando el gobierno de Maduro intentó renegociar su deuda externa en respuesta a
la fuerte caída de los precios del petróleo, en agosto de 2017, el presidente
estadounidense Donald Trump prohibió la negociación de bonos venezolanos en los
mercados de Estados Unidos. Ante las medidas de Washington contra la industria
petrolera venezolana, (3) Maduro recurrió entonces a las exportaciones de oro,
pero Trump emitió en 2018 una orden ejecutiva que prohibía la compra de oro
venezolano. Paralelamente, el gobierno de Maduro lanzó una criptomoneda, el
Petro, con el fin de eludir el sistema SWIFT controlado por Estados Unidos, que
había llevado a numerosos bancos a evitar transacciones con Venezuela —lo que
Maduro calificó de “bloqueo” financiero. Trump respondió con otra orden
ejecutiva que prohibía el uso de Petros en la jurisdicción estadounidense.
Ahora, el segundo
gobierno de Trump se ha negado a renovar las “licencias” que la administración
Biden había concedido a Chevron y otras corporaciones para operar en Venezuela,
justo cuando la industria petrolera del país comenzaba a experimentar una recuperación
lenta pero sostenida en los niveles de producción. Maduro había reformulado la
política petrolera para facilitar la concesión de estas licencias.
Avances y concesiones
La estrategia del “desarrollismo”
—que en América Latina se ha basado en una alianza entre gobiernos de
orientación progresista y sectores empresariales— puede representar una opción
viable no socialista en una situación aguda como la que enfrenta el gobierno de
Maduro. Hetland afirma que Maduro “no ha puesto en práctica ninguna forma de
desarrollismo”, pero no ofrece evidencia que respalde dicha afirmación. Sin
embargo, en su Discurso Anual a la Nación de 2025, Maduro anunció que el 85 % de
los alimentos vendidos en los supermercados son ahora “Hechos en Venezuela”, lo
que representa lo inverso de la situación de hace diez años. De ser cierto,
este cambio se debe en gran medida a una “alianza estratégica” entre intereses agrícolas y el gobierno,
actualmente coordinada a través del Ministerio de Agricultura y el Ministerio
de Industria y Producción Nacional. Un análisis crítico riguroso debería
reconocer las afirmaciones de Maduro y presentar evidencia empírica que demuestra
lo contrario, o bien identificar fallas específicas en la implementación del
desarrollismo. Pero Hetland omite gran parte del panorama y pasa por alto ciertas
posiciones dentro de la izquierda que no coinciden con la suya.
Por ejemplo, Hetland
no hace ninguna referencia a las comunas (unidades de producción comunitaria) promovidas
por el gobierno, cuya existencia contradice la noción de que Maduro es en
realidad un neoliberal disfrazado de izquierdista. Aunque durante varios años
Maduro restó importancia a las comunas, más recientemente les ha dado un nuevo
impulso, declarando 2023 como “el Año de las Comunas”. Chris Gilbert analiza
esta revitalización en Commune or Nothing! Venezuela’s Communal Movement and
its Socialist Project, basándose ampliamente en observaciones personales y
entrevistas realizadas en todo el país. El trabajo de Gilbert arroja luz sobre
la postura de apoyo crítico a Maduro, una perspectiva que se manifestó en el
congreso fundacional de la Unión Comunera en marzo de 2022. Ese punto de vista
fue expresado por Ángel Prado, líder de El Maizal, la comuna más exitosa del
país, que fue la anfitriona del evento. (5)
Al año siguiente,
Maduro nombró a Prado como ministro de las Comunas. A pesar de su historial de
confrontaciones con el gobierno venezolano y el partido gobernante, Prado
continúa viendo al Estado como un terreno en disputa, en el que los vestigios
del “Estado burgués” se enfrentan a las comunas y otras fuerzas populares. La
experiencia de Prado y del movimiento comunal contrasta claramente con la
interpretación que Hetland ofrece del gobierno de Maduro. Hetland no menciona a
los partidarios críticos —entre ellos escritores y activistas políticos, tanto
venezolanos como extranjeros— y se centra, en cambio, en el grupo recientemente
formado “Comunes”, compuesto por antiguos chavistas de izquierda que
ahora demonizan a Maduro.
Represión y
contextualización
Tras las jornadas de
protesta del 29 y 30 de julio, el fiscal general Tarek William Saab presentó
abundantes pruebas en las que alegó que en esos dos días delincuentes, en
connivencia con la derecha venezolana, perpetraron ataques contra símbolos del Estado: 11 instalaciones del Metro,
28 metrobuses, 27 vehículos policiales, 27 estatuas, 57 instituciones
educativas, 10 sedes del Consejo Nacional Electoral y 10 sedes del partido de
gobierno. Antes del ascenso de Chávez al poder, Saab fue un destacado defensor
de los derechos humanos, y sus denuncias sobre la violencia instigada por la
oposición merecen ser tomadas en serio, incluso si finalmente se refutan.
Otro ejemplo de la
falta de objetividad de Hetland es su acusación de que yo justifico la
represión política en Venezuela, una afirmación que no logra sustentar. Dada la
gravedad del señalamiento, no hay justificación alguna para hacerlo sin un
examen riguroso de los hechos. Hetland cita mi uso de la expresión “quitarse
los guantes” en referencia a Maduro: “Aunque pueda ser lamentable que Maduro
haya recurrido a la represión (‘quitarse los guantes’), esto [según Ellner]
está más o menos justificado.” Sin embargo, mi afirmación fue algo muy distinto.
Lo que en realidad escribí fue: “Algunos analistas de izquierda critican a Maduro
por haberse quitado los guantes y no ajustarse a las normas de la democracia
liberal. En algunos casos, las críticas son válidas, pero deben ser
contextualizadas”.
Contextualizar no es
lo mismo que justificar. Por ejemplo, se puede señalar que la expansión hacia
el este de la OTAN ha sido durante mucho tiempo una fuente de gran preocupación
para los líderes rusos. Dicha afirmación no implica necesariamente apoyo a la
decisión de Vladimir Putin de invadir Ucrania.
De hecho, critiqué
aspectos importantes de la estrategia de Maduro de “jugar duro” y “quitarse los
guantes”. Califiqué el reconocimiento oficial por parte del gobierno a una
pequeña facción escindida del Partido Comunista de Venezuela (PCV) —en lugar
del partido principal que incluía a todos los líderes comunistas de peso— como
“un punto en contra para el gobierno de Maduro”. También señalé que esa misma
táctica había sido utilizada anteriormente contra otros partidos de oposición,
los cuales, afirmé, “indudablemente... violaron la constitución”. (6)
Apoyo crítico
La manera en que
Hetland retrata mis opiniones refleja una tendencia en ciertos sectores de la
izquierda de polarizar el debate sobre el gobierno venezolano, caracterizando a
Maduro como un villano o bien adoptando una postura acríticamente favorable.
Este enfoque binario deja escaso margen para otras posiciones, como la del
apoyo crítico a Maduro.
Al comienzo de
su artículo, Hetland afirma que defiendo a Maduro, aunque con “salvedades”. A
continuación plantea la pregunta: “¿Es Maduro un revolucionario
antiimperialista con legitimidad democrática?” El mero planteamiento de la
cuestión impide un análisis matizado. En lugar de identificar las “salvedades”,
Hetland intenta refutar mis argumentos centrales calificando al gobierno de
Maduro como antiobrero y corrupto. Las “salvedades” en mis escritos sobre
Venezuela que él omite incluyen mi crítica a Maduro —y, en menor medida, a
Chávez— por no haber aprovechado momentos favorables para profundizar el
proceso de transformación y asestar golpes decisivos contra la corrupción. (7)
Hetland haría bien en
quitarse las anteojeras y leer Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo de Mao
Zedong para comprender la distinción entre “contradicciones secundarias” y
“contradicciones antagónicas”. A mi juicio, las tensiones entre Maduro y el PCV fueron en un
principio de carácter “secundario”, y el sectarismo de Maduro contribuyó a la
ruptura final, que hoy resulta claramente irreparable. (8) La incapacidad de
los analistas (y de los actores políticos, en el caso de Maduro y el PCV) para
apreciar la importancia de los matices y asimilar el principio maoísta sobre
enemigos y aliados dificulta el debate y la discusión serios. Esto, a su vez, conduce
a errores y a la pérdida de una oportunidad invaluable para extraer lecciones
de más de un cuarto de siglo de experiencia chavista.
En resumen, los
errores y deficiencias del gobierno de Maduro no pueden ser ocultados ni
justificados, pero sí deben ser comprendidos en su contexto. Existe una
correlación directa entre la intensidad de la agresión imperialista y la
capacidad de un gobierno comprometido con un cambio real para alcanzar sus
objetivos sociales, políticos y económicos. Chávez reconoció desde los primeros
años de su mandato que forjar alianzas con sectores empresariales era necesario
para contrarrestar la agresión proveniente de adversarios tanto internos como
externos. Lo que debería haber sido evidente para todos dentro del movimiento
era que dichas alianzas eran propicias para la corrupción y generarían
presiones por parte de los aliados para frenar o revertir el proceso de
transformación.
Desde entonces, la
crítica que identifica los aspectos negativos de las políticas del gobierno
venezolano y define oportunidades políticas ha sido fundamental. Pero los
críticos deben reconocer que los desafíos enfrentados por Maduro son en muchos
sentidos mayores que los que tuvo que afrontar Chávez, al menos en los años
posteriores a los intentos de cambio de régimen de 2002-2003. Entre esos
desafíos se incluyen la abrupta caída de los precios del petróleo (a partir de
2015), la orden ejecutiva de Obama de ese mismo año (que marcó una escalada en
la hostilidad por parte de Washington), y el desgaste del entusiasmo popular
que inevitablemente ocurre tras largos períodos de sacrificios y dificultades.
Dentro de este
contexto se cometieron errores graves. Pero, debido a la extrema polarización
que ha caracterizado el período chavista, la lucha por rectificar esos errores
tuvo que surgir desde dentro del propio movimiento; es decir, del partido de
gobierno y sus aliados. Esto no habría sido necesariamente así en un entorno
político menos tenso. Cualquier ataque frontal e incondicional al gobierno
desde una perspectiva de izquierda —particularmente si no comprende la gravedad
de los desafíos actuales provenientes de la derecha— será, en última instancia,
contraproducente.
Este artículo
originalmente fue publicado en Links: International Journal of Socialist Renewal
Notas
1. El asesor de
seguridad nacional de Trump, John Bolton, en su libro The Room Where it
Happened: A White House Memoir, insinuó que Estados Unidos estuvo detrás
del ataque con drones. Bolton escribió que, tras el incidente, “Trump me dijo
enfáticamente… ‘Hazlo… Esta es la quinta vez que lo pido.’” https://geopoliticaleconomy.com/2022/07/14/trump-john-bolton-coup-venezuela/
2. Entre los libros relativamente recientes que
documentan la guerra contra Venezuela orquestada por Washington se encuentran: Joe
Emersberger y Justin Podur, Extraordinary Threat: The U.S. Empire, the
Media, and Twenty Years of Coup Attempts in Venezuela (New York:
Monthly Review Press, 2021); Anya Parampil, Corporate Coup: Venezuela
and the End of US Empire (New York: OR Books, 2024); Timothy M.
Gill, Encountering US Empire in Socialist Venezuela: The Legacy of
Race, Neocolonialism and Democracy Promotion (Pittsburgh: University
of Pittsburgh Press, 2022); Alan MacLeod, Bad News from Venezuela:
Twenty Years of Fake News and Misreporting (New York, Routledge:
2018).
3. Las
publicaciones especializadas en comercio indicaron claramente que la orden
ejecutiva de agosto de 2017 de Trump “apuntaba” a la industria petrolera
venezolana. Ese mismo año, The Economist señaló que el sector petrolero
había “sufrido una desinversión” y predijo que el gobierno de Maduro no
permanecería en el poder más allá de 2019. En ese momento, el propio Hetland
reconoció el impacto devastador de las medidas de Washington sobre la economía
venezolana. Escribió: “Más allá de apoyar a la oposición más radical, las
acciones de Estados Unidos han exacerbado directamente la crisis de Venezuela.
Estados Unidos ha presionado a bancos estadounidenses y europeos para que
eviten hacer negocios con Venezuela, privando al país de los fondos
necesarios... Las sanciones estadounidenses (cada vez más respaldadas por otros
países) también han exacerbado la crisis”.
La cuestión de los
efectos adversos de las acciones de Washington contra Venezuela entre la fecha
de la orden ejecutiva de Obama en 2015 —que declaró a Venezuela una “amenaza”
para la seguridad nacional de EE. UU.— y la orden de agosto de 2017 es
importante. La narrativa de la derecha venezolana, respaldada por analistas
que incluyen a algunos de izquierda, sostiene que la crisis económica del país
antecede a la principal sanción de EE. UU., emitida en enero de 2019 y diseñada
para paralizar las exportaciones de petróleo venezolano. Esta afirmación exime
a Estados Unidos de la responsabilidad por las penurias infligidas al pueblo
venezolano y culpa exclusivamente a las políticas erradas de Maduro y a la
corrupción. Sin embargo, incluso John Bolton admitió que las sanciones impuestas por EE. UU. bajo
el gobierno de Trump tenían como objetivo “llevar la producción de la empresa
petrolera estatal al nivel más bajo posible”, en un intento de “derribar el
régimen de Maduro”.
4. Steve Ellner,
“Objective Conditions in Venezuela: Maduro’s Defensive Strategy and
Contradictions Among the People.” Science and Society, tomo 87, número
3, p. 389.
5. Chris Gilbert, Commune or Nothing!
Venezuela’s Communal Movement and its Socialist Project (New York:
Monthly Review Press, 2023), pp. 126-139.
6. Ellner, “Maduro and Machado Play
Hardball.” NACLA: Report on the Americas, Spring, 2024, pp.
9, 11.
7. Ellner, “Class Strategies in Chavista Venezuela:
Pragmatic and Populist Policies in a Broader Context”, en Ellner (ed.), Latin
America’s Pink Tide: Breakthroughs and Shortcomings (Lanhan, MD:
Rowman and Littlefield, 2020), pp. 180-184.
8. Ellner, “Objective Conditions in Venezuela,” pp.
401-402, 408, 410.


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