La Priorización del imperialismo norteamericano y la Marea Rosada
Por Steve
Ellner
Publicado
en Monthly Review (marzo de 2023)
Dos posiciones izquierdistas contrastantes sobre la
ola de gobiernos progresistas en América Latina conocida como la “Marea Rosada”
han llegado a ser bien definidas durante las últimas dos décadas. Una posición
es favorable, mientras que la otra es altamente crítica, al extremo que los
presidentes de la Marea Rosada – incluyendo a Nicolás
Maduro, Rafael Correa, Evo Morales, y Lula— a veces son colocados en el mismo
saco con los líderes conservadores y de la derecha.
En el
fondo, las diferencias se reducen a diferentes perspectivas sobre el
imperialismo. La pregunta clave que emerge del debate tiene implicaciones primordiales:
¿Es la lucha contra el imperialismo estadounidense la principal prioridad a
nivel mundial, independientemente de la posición asumida sobre la guerra ucraniana?
Si la respuesta es afirmativa, entonces el apoyo a los gobiernos de la Marea
Rosada, que han sido sujetos al intervencionismo norteamericano sin cuartel, es
particularmente convincente.
En
caso contrario, se puede decir que quizás la globalización ha conducido a otras
contradicciones que tienen que ser priorizadas, ya que el blanco principal
tiene que ser el capital global, y no las maquinaciones políticas de Washington.
Además, el medio ambiente, los derechos de los Indígenas, la igualdad de
género, y la democracia participativa – banderas de lo que algunos llaman “el
movimiento antiglobalización” – tienen que estar en el centro de la formulación
de las estrategias y las metas de la izquierda en el siglo 21.[1]
El desempeño de la Marea Rosada en estos frentes ha estado lejos de ser
ejemplar, y así se explica el razonamiento de los izquierdistas altamente críticos
a esos gobiernos.
Los escritores anti-Marea Rosada a menudo niegan que
los problemas y errores de esos gobiernos estén relacionados al imperialismo
norteamericano. El prominente teórico izquierdista uruguayo Raúl Zibechi, por
ejemplo, escribió que el derrocamiento de Evo Morales en 2019 no puede ser
atribuido al intervencionismo norteamericano, como tampoco se puede culpar a
Cuba, Venezuela o Rusia por las protestas antineoliberales masivas que
estremecieron la región en el mismo año. De acuerdo con Zibechi, acusaciones de
esa naturaleza contribuyen a “una pervivencia de la guerra fría, en la que toda
acción popular es atribuida a una de las superpotencias” [2] Sin
embargo, la campaña desestabilizadora en Bolivia promovida por los EE.UU., que data
del comienzo del gobierno de Morales en 2006, ha sido bien documentada, así como
el papel de la Organización de Estados Americanos en el derrocamiento de
Morales. [3]
La
tesis de la existencia de muchos imperialismos que son igualmente nefastos,
defendida por los escritores anti-Marea Rosada, va en contra de la premisa
básica de los escritores pro-Marea Rosada, quienes alegan que actualmente el
imperialismo estadounidense representa la mayor contradicción en el mundo. Los
escritores anti-Marea Rosada prestan poca atención a la diferencia entre los
efectos destructivos del imperialismo norteamericano y el supuesto imperialismo
de Rusia y China. Los países de la Marea Rosada, que están en la primera línea
en la lucha contra el imperialismo norteamericano, a veces son vistos como si simplemente
están cambiando un imperio por otro.
Aquellos izquierdistas que niegan
que los gobiernos progresistas latinoamericanos tengan algunas cualidades redentoras
no están limitados a la llamada “ultraizquierda”. Hay escritores anti-Marea
Rosada ubicados en todas las posiciones del lado izquierdo del espectro
político. También incluye a académicos de todas las disciplinas, como también a
los activistas de los movimientos ambientales, feministas y de los derechos indígenas.
El común denominador
es, en primer lugar, su negación de que haya algo significativamente
progresista acerca de los gobiernos de la Marea Rosada, y segundo, la poca
importancia que le da a la agresión imperialista como explicación a los
problemas que enfrentan esos países.
Hay
que reconocer que la distinción entre las posiciones pro y anti-Marea Rosada no
es siempre blanco y negro. No hay duda de que muchos de los de la primera
categoría apoyen críticamente a los gobiernos de la Marea Rosada. Al mismo
tiempo, los de la segunda categoría reconocen los efectos devastadores de la
intervención norteamericana, pero no la incorporan en su análisis de los problemas
que enfrentan esos gobiernos. Además, la Marea Rosada está lejos de ser un
grupo monolítico. Algunos analistas de la izquierda, por ejemplo, consideran a
Correa como un entreguista, mientras elogian a Morales; otros hacen un
contraste similar entre los Sandinistas y el gobierno venezolano; y otros
atacan a Morales mientras que alaban a Chávez.[4]
Sin embargo, la distinción entre las
dos categorías es importante. En primer lugar, porque la posición anti-Marea
Rosada minimiza la efectividad del movimiento internacional de solidaridad. En
segundo lugar, porque el análisis de las diferencias entre las dos arroja luz
sobre un asunto que los marxistas, casi por definición, consideran de
importancia primordial: la identificación de la contradicción principal – entre
las muchas que existen – y las luchas de mayor importancia en el mundo en un
momento determinado.[5]
A primera vista, da la
impresión de que, dada la polémica acerca de la guerra en Ucrania, este no es
un momento ideal para escribir un artículo que propone la priorización de la
lucha contra el imperialismo estadounidense. Mi opinión es todo lo contrario.
La guerra ucraniana, por horrífica que es, distrae la atención sobre lo que
está pasando a nivel global. Los izquierdistas que son críticos tanto de la
ofensiva rusa como de Washington, por promover la expansión de la OTAN, están
divididos acerca de cuál de los dos lados es más culpable. Sin embargo, trato
de demostrar en este artículo que el asunto de la intervención rusa en el
conflicto ucraniano está básicamente aparte del debate sobre la priorización
del imperialismo norteamericano. En otras palabras, Rusia puede ser severamente
condenada por sus acciones en Ucrania al mismo tiempo que el imperialismo
norteamericano es identificado como la amenaza de mayor peso a la paz mundial y
el cambio progresista. Por esa razón, la izquierda y progresistas en general no
pueden esperar hasta cuando el conflicto en Ucrania esté resuelto (presumiendo
que eso vaya a pasar) para luego jerarquizar la importancia de la lucha contra el
imperialismo norteamericano. Un examen del fenómeno de la Marea Rosada y sus
relaciones con Rusia, China y los EE.UU. abre una ventana de oportunidad para
determinar si la tesis de la hegemonía del imperialismo norteamericano niega la
validez de la tesis de los “muchos imperialismos” o si las dos son compatibles.
Atilio Borón sobre el
imperialismo norteamericano
El
prominente politólogo argentino Atilio Borón prioriza la importancia del imperialismo
al mismo tiempo que apoya rotundamente a los presidentes de la Marea Rosada – como
Maduro, Daniel Ortega y Rafael Correa – quienes han sido duramente criticados por
los analistas izquierdistas anti-Marea Rosada. Una mirada a los escritos y comentarios
orales de Borón arroja luz sobre la estrecha relación entre la priorización del
antiimperialismo y el apoyo a la Marea Rosada, como está percibida por un destacado
representante de la izquierda latinoamericana antiimperialista.
Borón plantea que aunque los EEUU está en declive – demostrado
por el auge de la Marea Rosada en su propio “patio trasero” – lo pernicioso del
imperialismo norteamericano es más evidente que nunca. Por muchos años, dice
Borón, después de la caída de la Unión Soviética, “cuando alguien hablaba del
imperialismo, la gente lo miraba de reojo y decía “‘está viviendo en los 60s’”.
Borón agrega que “la gente diría que la globalización ha acabado con todo eso”.
Por cierto, este comentario de Borón se presta al punto de vista que las
teorías de la izquierda sobre la globalización a menudo restan fuerza del
movimiento antiimperialista, con efectos devastadores (como Zhun Xu ha
planteado). [6]
Borón también señala que en el siglo veintiuno “la realidad del imperialismo
se ha puesto en evidencia, a tal extremo que los estrategas de Washington ahora
hablan del ‘imperio’”. No solamente es
el imperialismo más evidente que en las décadas previas, sino que en muchos
aspectos es más brutal. “Lo que pasó cuando Allende era presidente en Chile fue
duro, pero era un juego de niños en comparación con Venezuela” [7]
Como otros escritores pro-Marea
Rosada, Borón subraya la importancia de la geopolítica como también los éxitos
de los países de la Marea Rosada en desafiar el dominio del imperialismo
norteamericano. Para él, la importancia de la Marea Rosada y el
antiimperialismo en la región solamente puede ser comprendido y apreciado al
tomar en cuenta la importancia fundamental que Washington asigna a América
Latina desde el punto de vista estratégico – a pesar de que pocas veces lo
admite en público. Borón cita a Zbigniew
Brzezinski, que dijo más o menos que “EEUU estableció su primacía como ningún
otro imperio en la historia porque esas naciones fueron
todas amenazadas por tierra, o por lo menos por poca distancia”. Borón luego
señala que los estrategas de Washington refieren al hemisferio occidental como
“una gran isla”, con los EEUU “a la cabeza”: “La seguridad de los EEUU depende
de la solidez de las diferentes partes de la isla”. En una referencia indirecta
a la Marea Rosada, Borón dice “si los países [del hemisferio] abren una grieta,
si el anti-norteamericanismo florece, o si unas partes no están dispuestas defender
la política extranjera de los EE.UU, entonces la seguridad norteamericana se
pone en peligro”. [8]
A los EE. UU. no le gusta Daniel Ortega. Cuando al
imperio no le gusta alguien, tiene que ser que él o ella está haciendo algo
bueno, con todos los defectos que pueda tener. Cuando hay confusión ideológica,
como Cristina [Fernández de Kirchner] recomienda, mira hacia el Norte. Si
EE.UU. se está moviendo en una dirección, entonces tenemos que ir en la
dirección contraria. Eso es porque el imperio nunca improvisa. [9]
Ciertamente, el enemigo de mi
enemigo no es necesariamente mi amigo, como los escritores anti-Marea Rosada
señalan con frecuencia. Pero durante toda su carrera, Borón ha tenido la razón
en apuntar a la importancia primordial del antiimperialismo y refutar los alegatos
que el reflujo de esas luchas significa “el fin del ciclo antiimperialista” o
“el fin de la Marea Rosada”. [10] Los escritores de ambos lados del espectro político hicieron estos
planteamientos después de la derrota de los Sandinistas en 1990 y de nuevo con
de los reveses de la Marea Rosada a partir de la derrota electoral de los
peronistas en Argentina en 2015.
El imperialismo versus la globalización
Como Borón señala, la globalización tanto en la teoría como en la práctica
tiende a oscurecer las acciones imperialistas de los EEUU. Por cierto, el
capital transnacional, al trascender el Estado-nación, parece ser incompatible
con el concepto del imperialismo, por lo menos la definición basada en el
ámbito territorial propuesta por Lenin. Algunos teóricos izquierdistas de la
globalización han predicho que como el capital transnacional vis-à-vis el
capital nacional ahora es dominante, que el emergente Estado transnacional (que
consiste en organizaciones como el G7, la Organización Mundial de Comercio,
etc.) está en el proceso de desplazar el Estado-nación, que era el epicentro
del imperialismo. J.Z. Garrod, por ejemplo, pregunta si el capital
transnacional “puede ser entendido teóricamente utilizando los conceptos del
imperialismo, dado el grado en el cual esas concepciones permanecen vinculadas
a la noción del espacio basado en las estructuras nacionales geopolíticas”.[11]
Los teóricos de la globalización
quienes enfatizan la fortaleza creciente del “Estado transnacional” pueden
haberse precipitado. Hace poco, ellos vieron el Trans-Pacific Partnership (TPP)
como evidencia que el Estado transnacional estaba no muy lejos de ser
hegemónico, de la misma manera en que el capital transnacional había llegado a
ser hegemónico.[12] Pero la propuesta del TPP vino y se fue. Aunque el capital
transnacional pudo haber llegado a ser hegemónico, el Estado-nación no está
necesariamente pasando por el mismo proceso, por lo menos a corto o mediano
plazo. Un retraso extendido puede separar el supuesto ascenso de las empresas
transnacionales y el de un Estado transnacional dominante que responde a sus
intereses. Un fenómeno parecido del retraso caracterizó la transición de siglos
del feudalismo al capitalismo.
David Harvey presenta otro
argumento sobre la globalización que pone en duda la aplicabilidad del concepto
del imperialismo en el siglo 21. Según él, la movilidad del capital en la cual
la producción se ha reubicado en el Sur a una escala masiva (particularmente en
Asia Oriental) ha producido un fenómeno de “cambiadas hegemonías dentro del
sistema mundial”. Consecuentemente, el flujo de capital asociado con el
imperialismo, como fue analizado por Lenin, ahora es “más complicado y está constantemente
cambiando direcciones”.[13] En conferencias que Harvey ha dado
durante los últimos años, él ha declarado que la noción del imperialismo es una
camisa de fuerza que impide la teorización de la globalización en el siglo 21.[14]
Demasiada discusión sobre el imperialismo
del siglo 21 se basa en predicciones acerca del futuro en vez de las realidades
del presente. Por ejemplo, la tesis del “muchos imperialismos” anticipa que,
con la supuesta restauración del capitalismo en China, ese país llegará a ser una
potencia agresiva, imperialista. Similarmente, algunos teóricos de la
globalización plantean que, con la hegemonía del capital transnacional, el
Estado transnacional va inevitablemente a reemplazar el Estado-nación. Ambas
predicciones son posibilidades del futuro, pero la izquierda tiene que formular
estrategias basadas en el presente, no en escenarios hipotéticos. En este
momento, Washington ejerce un poder extraordinario, y en muchos casos actúa en
favor de sus propios intereses con un enfoque territorial, como, por ejemplo, para
salvaguardar la supremacía del dólar.
Además, la globalización no ha eclipsado el
divisorio entre el Norte y el Sur como sugiere Harvey. Solamente porque Carlos
Slim de México ha llegado a ser una de las personas más ricas en el mundo, no
significa que México haya reducido las brechas con los EE.UU. desde el punto de
vista económico, social o militar. Este es el caso de otros países del Sur, con
la excepción de China. La inmigración masiva hacia los EE.UU. y Europa, por
ejemplo, es una demostración clara de las continuas enormes disparidades de
ingreso entre la clase obrera del Norte y del Sur.
“Los
muchos imperialismos” y la Marea Rosada
El
reconocimiento de que el imperialismo norteamericano es la contradicción de
mayor importancia a nivel mundial tiene implicaciones para la estrategia de la
izquierda – y dos en particular. Primero, en el área de política exterior, aquellos
partidos políticos y gobiernos (Rusia, por ejemplo) que enfrentan a Washington,
pero no representan una fuerza en favor del socialismo, y además llevan a cabo
ciertas acciones condenables desde el punto de vista ético y político, no
necesariamente se colocan en la misma categoría de los EE.UU. y sus aliados. La
izquierda tiene que subrayar la distinción entre la política exterior de esas
naciones y la de los EE.UU. Y segundo, las críticas a los gobiernos
progresistas (como la Marea Rosada) tienen que estar contextualizadas tomando
en cuenta la hostilidad imperialista, y el papel positivo de esos gobiernos en
la lucha antiimperialista debe ser enfatizado.
Los
izquierdistas anti-Marea Rosada que ven a Moscú y Beijing como igual a
Washington no se subscriben a este punto de vista. El académico marxista
británico Mike Gonzalez, por ejemplo, escribe “no solamente a los EE.UU. sino
también China, Rusia” y otros países capitalistas “están esperando para
apoderarse de la enorme riqueza [venezolana] de petróleo, gas y minerales bajo
el ojo complacido del gobierno neoliberal,” o sea, el gobierno de Maduro.[15] Gonzalez también acusa a Daniel Ortega de
entregar su “país a las manos de las multinacionales chinas”.[16]
Aunque
Gonzalez y otros escritores izquierdistas anti-Marea Rosada no absuelven a
Washington por sus acciones imperialistas, tampoco acreditan a Maduro, Morales,
Correa, Ortega, y otros líderes de la Marea Rosada de enfrentar al imperialismo
estadounidense ya que, de todos modos, ellos simplemente están cambiando un
imperialismo por otro. Gonzalez acusa a algunos izquierdistas, incluyendo a mi
propia persona, de ignorar las inversiones a América Latina provenientes de
China – “ahora el inversionista número dos en la región” – y la supuesta
corrupción que está asociada con el capital chino en Venezuela.[17]
Maristella
Svampa es una académica sobresaliente de simpatía izquierdista que ve los lazos
con China como nada mejor que la dependencia de los EE.UU. Los argumentos
principales de Svampa, quien está muy lejos de ser una apologista de
Washington, hace evidente que el punto de vista anti-Marea Rosada no está
limitado a una corriente de la izquierda en particular. De acuerdo con Svampa,
la esperanza original de “un mundo multipolar” fue rota por “la acentuación de
cambio desigual” entre China y América Latina.[18] Ella denuncia la dependencia creciente de todos los países
latinoamericanos, tanto de la izquierda como la derecha, de las exportaciones
de “commodities” no procesados, que es parcialmente el resultado de la
necesidad insaciable de China de adquirir materias primas. Para Svampa, los
gobiernos de la Marea Rosada en algunos aspectos son peores que los
neoliberales que los precedieron, y son virtualmente sin cualidades redentoras.
Como muchos otros escritores izquierdistas anti-Marea Rosada, Svampa dice poco
acerca del trato hostil de Washington y sus aliados hacia los gobiernos de la
Marea Rosada. En su último libro, que es altamente crítico hacia los gobiernos
de la Marea Rosada, no dice nada sobre el asunto.[19]
¿Es
la nueva Guerra Fría una repetición de la Primera Guerra Mundial?
El
punto de referencia principal para los marxistas anti-Marea Rosada y anti-China
es el análisis económico de Lenin de las potencias imperialistas europeas pre-1914,
aunque los estudios empíricos como los de Minqi Li en el Monthly Review apuntan
a diferencias fundamentales entre la economía de esos países y la de China en
la actualidad. La discusión básica gira alrededor de lo económico, como la
búsqueda sin límites de las superganancias (que Li señala como la
característica fundamental del imperialismo de acuerdo con Lenin, y la fuerza motriz
que no aplica a China).[20] Sin embargo, las dimensiones
políticas y militares del imperialismo generalmente no forman parte de la
discusión ni por analistas de la derecha ni de la izquierda. Estas dimensiones
– las políticas y las militares – en el caso de los gobiernos de la Marea
Rosada demuestran la falacia de la tesis de los “muchos imperialismos”.
No hay necesidad de convencer a los
lectores de Rebelión.org de lo destructivo de los aspectos políticos y
militares del imperialismo norteamericano, que consisten en acciones y
políticas que no tienen mucho equivalente en el caso de Rusia y China. Por
cierto, los desplazamientos militares chinos y rusos que están clasificados por
los políticos y analistas de Washington como ejemplos de la agresión
imperialista están limitados en gran parte a sus fronteras, como en el caso de
Ucrania y Taiwán. Esto contrasta con el intervencionismo militar norteamericano
que va más allá de su “patio trasero”.
Solamente
se necesita algunos hechos para demostrar que los EE.UU. no tiene equivalente a
nivel mundial, y la razón por la cual la izquierda tiene que priorizar el
antiimperialismo norteamericano: 750 bases militares en 80 países y colonias en
el mundo entero fuera de sus fronteras; apoyo sustantivo a numerosos golpes de Estado
derechistas contra gobiernos considerados adversos a los intereses
norteamericanos (muchos de los cuales son progresistas); el régimen de
sanciones contra países considerados adversarios que en efecto representan un
bloqueo; un presupuesto militar astronómico que desata un efecto dominó en el
mundo entero; el apoyo económico y militar extensivo a Israel (que contribuye extremadamente
a la desestabilización del Medio Oriente, sin referirse a las atrocidades
cometidas contra los palestinos), por mencionar solamente algunos hechos.
Un
argumento de los escritores anti-China tanto de la derecha como la izquierda es
que el imperialismo chino posiblemente no es la actualidad tan agresivo como el
de los EE.UU, pero solamente porque está en una etapa incipiente. Una posición
proveniente de la izquierda, por ejemplo, ve a China como un caso de
“imperialismo en construcción”. El analista izquierdista Esteban
Mercatante dice:
A pesar de que a
China le falta la fuerza global policial de los EE.UU…. ese país puede ser
caracterizado como un imperialismo en construcción lo cual significa que el desarrollo
de varias dimensiones que le permite proyectar una capacidad de intervención
equivale a la de otros países imperialistas como Gran Bretaña y Japón.[21]
Un análisis de China aún menos favorable proviene del
editor del Guardian Simon Tisdall en un artículo publicado en 2021 titulado “La nueva
etapa del imperialismo de China”. Tisdall alega que China está “transformándose
a un imperio de la segunda etapa” en la cual, una vez dominante, va a tener un
componente militar poderoso y es “potencialmente más peligroso” que los imperios
del pasado.[22] Este argumento ignora la ley de desarrollo desigual, que
históricamente ha significado que países como Alemania y Japón en el siglo 19,
en su empeño de alcanzar a los países más desarrollados, fueron más agresivos
que sus rivales imperialistas. Si China (y Rusia) simplemente estuvieran tratando
de alcanzar y superar a los EE.UU. dentro del sistema de la rivalidad
inter-imperialista, entonces se pensaría que sería más bélico a nivel global,
no menos.
La
posición de defensa a la soberanía nacional de la Marea Rosada por parte de
Rusia y China y su apoyo al mundo multipolar no tiene equivalente en el periodo
pre-Primera Guerra Mundial de la rivalidad inter-imperialista. Mientras que
Washington acusa a China de apoyar a regímenes autoritarios y corruptos en África
(como si fuera que los EE.UU. no tuviera una historia sórdida de hacer lo
mismo), en América Latina hay implicaciones ideológicas a la presencia rusa y
china que son favorables a la izquierda. Esta dimensión está muy lejos de la
supuesta política china y rusa de “hacer el mundo seguro para las dictaduras”
al promover una “alianza de autocracias” como alegan el New York Times y
Washington Post.[23]
En contraste, otros académicos han
señalado que China “tiene relaciones más amigables con un mayor grado de cooperación
con gobiernos de la izquierda y centro-izquierda… como Bolivia, Cuba, Ecuador,
Nicaragua y Venezuela, y relaciones menos amigables, pero respetuosas, con
países… de gobiernos más conservadores y pro-EE.UU.” [24] Sin embargo, los gobiernos conservadores no siempre respondieron
con el mismo grado de respeto. Este fue el caso de Jair Bolsonaro y los miembros
de su círculo más cercano que acusaron a China de tratar de lograr el dominio
mundial e insinuaron que ese país era responsable por la pandemia COVID-19.
Un ejemplo del apoyo para principios progresistas en el área de política
exterior es los foros realizados entre China y la Comunidad de Estados Latinoamericanos
y Caribeños (CELAC), que es una organización apoyada por los presidentes de la
Marea Rosada y que propone una estrategia progresista de la integración
latinoamericana. Un ejemplo del compromiso de Rusia y China para la defensa de
la soberanía nacional en la región es su apoyo financiero para el gobierno
altamente endeudado de Maduro en un momento en que su supervivencia política estaba
en duda como resultado de la campaña desestabilizadora de la administración de
Trump, y cuando los líderes de la oposición, por lo menos inicialmente,
indicaron que al llegar al poder iban a romper los contratos con ambos países.[25] Esas iniciativas rusas y chinas ponen en duda la
validez de la tesis de los “muchos imperialismos”. Definitivamente, no hay
equivalente en la política exterior de los países imperialistas europeos
pre-1914.
Los
expertos en Washington alegan que los rusos y los chinos apoyan a la Marea
Rosada, no por una creencia en algunos principios grandiosos, sino como
resultado de los cálculos geopolíticos. Su apoyo a los gobiernos progresistas
es visto como oportunista, sobre todo porque Rusia trata de ser, en las
palabras de un director del Carnegie Endowment for
International Peace, “el amigo de todo el mundo que se opone al dominio global norteamericano”.[26] Esta tesis referente a los motivos
de Rusia no compagina con lo que realmente está pasando. Las aparentes buenas
relaciones entre Moscú y los derechistas como Trump, Fox News y Marine Le Pen tampoco
dicen todo acerca de lo que está ocurriendo.
En el ambiente altamente polarizado
en América Latina, las líneas divisorias están claras. Los Rusos y los Chinos –
desde cuando Xi Jinping llegó a ser presidente en 2013 – han sido alineados con
los gobiernos progresistas en América Latina. En contraste, los gobiernos
conservadores y de la derecha han sido aliados cercanos de los EE.UU. (y así
obedientemente siguieron las órdenes de Washington, por ejemplo, de promover el
“cambio del régimen” en Venezuela) y, en algunos casos, han mostrado hostilidad
hacia los adversarios de Washington, específicamente Rusia y China. Por eso, a
pesar de las inconsistencias de Moscú y la posición aparentemente apolítica de
China en su política exterior, hay un principio por medio que claramente
distingue a Rusia y China de los EE.UU.: su abogacía conjunta en favor del principio
de multipolarismo, ejemplificado en su llamado por la “democratización de las relaciones
internacionales”.[27]
Con el continuo declive de los EE.UU.
en todos los frentes (excepto el militar), las posiciones rusas y chinas a
nivel mundial pueden cambiar. Por cierto, Li no descarta la posibilidad –
aunque según él remota – de que China pase a ser de una nación “semi-periférica
a una nación imperialista. Sin embargo, la izquierda de los EE.UU. y otros
países no puede analizar los acontecimientos mundiales en base de las hipótesis
referentes a lo que los amigos y los aliados puedan llegar a ser en un futuro
distante, o inclusive a mediano plazo.
La bandera de la soberanía y el mundo
multipolar defendida por Beijing y Moscú crea oportunidades para los gobiernos
de la izquierda, como los de la Marea Rosada, y facilita su navegación en un
mundo hostil sin gobiernos poderosos comprometidos con la transformación
revolucionaria. Sin embargo, los gobiernos de la Marea Rosada no tienen
pretensiones de emular el modelo económico asociado con China o Rusia (a
diferencia del caso del movimiento comunista en el periodo post-1917).
¿Como se traduce en la práctica la
posición anti-Marea Rosada de la izquierda?
La polémica sobre el antiimperialismo
norteamericano no está restringida al debate académico o a los artículos en los
medios de comunicación; se ha manifestado en los conflictos sociales y
políticos en toda la región. En varios países, la posición izquierdista anti-Marea
Rosada que rechaza la priorización de la lucha contra el imperialismo
norteamericano contribuyó a los retrocesos a partir de 2015. Los izquierdistas
que defendieron el punto de vista anti-Marea Rosada fueron más allá de las
críticas puntuales por fallas específicas, ya que condenaron esos gobiernos en
términos absolutos sin reconocer sus cualidades progresistas (como, por
ejemplo, sus políticas antineoliberales) y en algunos casos fortalecieron las
manos de la derecha radical.
Un ejemplo fue la decisión de
una corriente principal del movimiento indígena antineoliberal encabezada por
el autoproclamado “izquierdista ecológico” Yaku Pérez en Ecuador de no apoyar
la candidatura de Andrés Arauz del partido de Rafael Correa en la segunda
vuelta de las elecciones presidenciales de 2021. Esa decisión selló la victoria
del banquero conservador Guillermo Lasso. Pérez declaró en una referencia a
Correa, “un banquero es preferible a una dictadura”. Su razón principal de no
tomar lados en la elección fue que como presidente, Correa abrió el Parque
Nacional Yasuní, habitado en gran parte por Indígenas, a la perforación
petrolera y reprimió protestas en contra del proyecto. Pero al asumir esta
posición, Pérez ignoró las credenciales antiimperialistas de Correa. Mientras
que Pérez trató de desacreditar las políticas de Correa en el campo doméstico,
hubiera sido más difícil criticar, desde un punto de vista de la izquierda, las
iniciativas antiimperialistas del ex-presidente. En 2009, ordenó a los EE.UU.
abandonar la base militar de Manta y al mismo tiempo Ecuador ingresó en la Alianza Bolivariana para los Pueblos
de Nuestra América (ALBA), que representa una versión progresista de la integración
latinoamericana. Como candidato en las elecciones presidenciales de 2021,
Pérez, quien algunos analistas alegaron estaba ubicado a la izquierda de
Correa, abogó por acuerdos comerciales con los EE.UU. y al mismo tiempo
denunció las “políticas agresivas de China alrededor del extractivismo y los derechos
humanos”.[28]
Analistas
y activistas anti-Marea Rosada de la izquierda también tuvieron un impacto funesto
en el caso del derrocamiento de Evo Morales en 2019. Mientras que muchos de sus
adversarios en los movimientos sociales y la izquierda ingresaron en la
resistencia al régimen semi-fascista que sucedió a Morales, otros negaron a reconocer
que lo que aconteció fue un “golpe”. Ese fue el caso de Pablo Solón, ex-embajador
de Morales en las Naciones Unidas, quien rompió con él por los planes
desarrollista para el bosque lluvioso Tipnis. Las críticas ecológicas de Solón
– que incluyeron los temas de los organismos modificados
genéticamente (GMO), los biocombustibles y las mega represas – eclipsaron
el asunto del imperialismo norteamericano y el neofascismo, ambos de los cuales
estaban en juego en el golpe de Estado. Salón aplaudió las protestas callejeras
que estallaron en contra de la reelección de Morales en octubre de 2019 y que
condujeron al golpe, y alegó que Morales era “adicto al poder”.[29] Después del golpe, Solón, quien se identificó como izquierdista, se
opuso al otorgamiento de permiso a Morales para regresar a Bolivia e ingenua y
equivocadamente predijo que la presidente de facto, la derechista Jeanine Áñez, iba a aceptar los símbolos culturales indígenas, al
aseverar que “el gobierno y la sociedad quieren la paz”.[30]
La
posición anti-Marea Rosada también incide sobre el desempeño del movimiento de
solidaridad internacional. A pesar de que muchos de los críticos tenaces de la
Marea Rosada denuncian al imperialismo norteamericano en forma contundente,
ellos no forman parte del movimiento de solidaridad en números significativos.[31] Aunque los gobiernos cubanos y venezolanos innegablemente prefieren
trabajar con líderes del movimiento anti-sanciones quienes son políticamente
alineados con sus posiciones, esto no aplica a la base de esos movimientos.
William Camacaro, un activista durante muchos años con el movimiento venezolano
de solidaridad, me dijo: “Aquellos izquierdistas que arremeten contra los
gobiernos progresistas opacan el entusiasmo de personas dispuestas a trabajar en
oposición a las sanciones”. Agregó “al hacer una mirada a la altamente dividida
izquierda norteamericana, los miembros de grupos que ven con buenos ojos al
gobierno de Maduro son los más activos en el movimiento anti-sanciones aquí en
los EE.UU.”. [32]
Esto
no quiere decir que las críticas a los gobiernos de la Marea Rosada deben estar
apartadas, o que la Marea Rosada siempre
ha defendido a las políticas progresistas. Así que, las credenciales
antiimperialistas de Correa no deben eclipsar sus errores, como, por ejemplo, su
sobrerreacción a las protestas de grupos indígenas en contra de los megaproyectos
con efectos posiblemente devastadores. Por cierto, los pros y los contras de la
Marea Rosada no pueden ser colocados en una balanza cuando los contras incluyen
cuestiones de principios referente a la violación de derechos básicos. Además,
como Fidel Castro advirtió poco antes de su fallecimiento, no se puede culpar
al imperialismo por todos los problemas del país o para tapar los errores.
Finalmente, las críticas a las acciones de un gobierno que se enfrenta a
Washington no siempre impiden el trabajo de solidaridad en oposición a la
intervención norteamericana, como, por ejemplo, en el caso del conflicto
ucraniano.
La posición precaria y única de América Latina
La serie de
triunfos electorales de progresistas en el transcurso del último año y medio en
Honduras, Chile, Colombia y Brasil confirman la validez de un argumento de este
artículo: América Latina se destaca como la única región del mundo donde numerosos
gobiernos progresistas comprometidos con el anti-neoliberalismo desafían la
hegemonía norteamericana en el siglo 21. Algunos sectores de la izquierda
atacan duramente a estos gobiernos, a veces con argumentos válidos referente a sus
fallas y limitaciones. Estas críticas, sin embargo, son más convincentes en el
área de políticas domésticas – especialmente los pocos resultados de los
esfuerzos de promover el desarrollo económico – que en el área de política exterior.
En ninguna parte
fue tan evidente lo erróneo de la tesis anti-Marea Rosada como en el caso de la
elección de Lula, cuyo papel a nivel internacional es la fuente de mucha
preocupación en Washington. Cuando fue elegido por primera vez en 2002, Lula
inmediatamente calmó los temores de las bolsas de valores al reanudar todos los
acuerdos con el FMI, pero su reconocimiento a Palestina en base de las
fronteras de 1967, y su apoyo para una moneda internacional como rival al
dólar, alarmó al Presidente Obama, y enojó mucho a otros en Washington. Con su
influencia internacional ahora en declive, Washington tiene aún más razón en temer
las posiciones avanzadas de Lula sobre estos asuntos y su llamado a un mundo
multipolar.[33] Brasil, conjuntamente con otros
gobiernos de la Marea Rosada, desafió a Washington al reestablecer relaciones
con Caracas y así detener las políticas que Washington había logrado imponer en
la región en favor del “cambio de régimen” en Venezuela. El presidente
colombiano Gustavo Petro, después de desairar al Secretario de Estado Antony
Blinken, durante su visita oficial a Bogotá en octubre de 2022, al criticar la
política de Washington hacia Cuba, luego viajó a Venezuela dos veces para
reunirse con Maduro. Las acciones de Petro fueron humillantes para Washington,
aunque ningún portavoz de la administración de Biden lo admitió públicamente.
Los escritores izquierdistas anti-Marea Rosada ignoran la importancia del
cambio total en la posición de América Latina en política internacional, como
también la ignoran los que escriben las declaraciones oficiales esperanzadoras
de la administración de Biden. Pero se trata de un cambio trascendental que
tiene que ser incorporado y enfatizado en cualquier análisis crítico acerca de
los gobiernos progresistas en la región. Las ofensivas recientes de la derecha
– incluyendo el golpe blando contra el presidente peruano Pedro Castillo en
diciembre del año pasado y luego los disturbios en Brasilia, que en algunos
aspectos fueron más peligrosos que el ataque contra el capitolio en Washington
por los seguidores de Trump el 6 de enero de 2021 – claramente demuestran la importancia
para la izquierda de identificar a los enemigos y distinguir entre amigo y
enemigo en la etapa actual.
Conclusión
La
gran mayoría de los politólogos expertos en el campo de relaciones internacionales
rechazan la noción (que data de Immanuel Kant) de que los países democráticos
son más pacíficos en sus relaciones internacionales que los no democráticos. Pero
hay un postulado parecido que sirve como piedra angular del pensamiento
neo-conservador y que guía a la política exterior de los EE.UU. en general: que
las democracias son más pacíficas en sus relaciones con otros países
democráticos, pero están obligados a emular el comportamiento agresivo de los
no democráticos (supuestamente Rusia y China).[34] Nada más y nada menos que el ex-presidente Jimmy Carter críticamente
llamó a esta estrategia “luchar fuego con fuego”.[35] El
caso de la Marea Rosada es particularmente revelador ya que tan obviamente
demuestra lo equivocado de esa línea de razonamiento. De hecho, el contraste no
podría ser más evidente. EE.UU. desestabiliza los gobiernos progresistas en
América Latina en el nombre de la “responsabilidad de proteger” y la
“intervención humanitaria”. Rusia y China defienden los mismos gobiernos en
nombre del principio de la soberanía nacional. Esto está muy lejos de ser un
caso de emular a los malos (supuestamente Rusia y China) por razones pragmáticas.
Similarmente,
los escritores anti-Marea Rosada de la izquierda no distinguen entre las
acciones de los EE.UU. y las de Rusia y China, al mismo tiempo que minimizan
las diferencias entre los gobiernos latinoamericanos progresistas y
conservadores. Ellos ponen en duda que la Marea Rosada sea progresista al
enfocar sus políticas económicas y sociales, pero es difícil negar la
naturaleza progresista de la política exterior de esos gobiernos. Además, desde
una perspectiva izquierdista, la tesis de los “muchos imperialismos” aplicada a
la política exterior de la Marea Rosada no es nada convincente, por dos
razones. Primero, la defensa de la soberanía nacional y el derecho de la autodeterminación
frente al intervencionismo del Norte fue una causa proclamada por Lenin (y
Marx) que, en la época de la globalización, es especialmente relevante.
Segundo, en América Latina, Rusia y (aunque quizás a un grado menor) China se
han alineado con gobiernos progresistas mientras que Washington está
estrechamente alineado con gobiernos de la derecha (como fue el caso de
Colombia) en el contexto de la polarización política extrema que ha caracterizado
la región en el siglo veintiuno.
La
priorización al antiimperialismo, analizada en este artículo, tiene otra
implicación para la estrategia de la izquierda, especialmente como está
aplicada a Venezuela bajo Maduro (y también Cuba). La izquierda tiene que resaltar
la importancia del éxito de Maduro de formular una estrategia para sobrevivir
la campaña brutal de Washington de intimidar el país con el fin de imponer sus
intereses. Este reconocimiento no significa que Maduro está exento de críticas,
pero sí representa una crítica de los escritores y políticos de la izquierda
anti-Marea Rosada quienes minimizan o completamente ignoran sus aspectos
positivos.[36] Por cierto, este éxito en resistir la agresión imperialista y el intervencionismo
caracteriza a la Marea Rosada en general, que ha demostrado un poder de permanencia
que, para un bloque de países, no tiene precedente en el continente.
[1] De hecho, la prioridad número uno en el mundo del siglo 21 es el
desafío climático. Pero se puede aseverar que todo progreso verdadero en frenar
el cambio climático depende del respeto a la soberanía nacional y a los recortes
de los gastos militares, los cuales son metas fundamentales del
antiimperialismo.
[2] Raúl Zibechi, “Un siquiatra para los
geopolíticos,” La Jornada, 8 de noviembre de 2019.
[3]
Linda Farthing y Thomas Becker, Coup: A Story of Violence and Resistance in Bolivia
(Chicago: Haymarket, 2021), pp. 54–59, 166–67.
[4]
Jeffery R. Webber, The Last Day of Oppression, and the First Day of
the Same: The Politics and Economics of the New Latin American Left (Chicago:
Haymarket, 2017), pp. 157–272.
[5] La dialéctica marxista reconoce la cambiante preeminencia de contradicciones en el marco de la
totalidad. Ver, Bertell
Ollman, “The Eight Steps in Marx’s Dialectical Method,” The Oxford Handbook
of Karl Marx. (New
York: Oxford University Press, 2019), pp. 99–105.)
[6]
Zhun Xu, “The Ideology of Late Imperialism: The Return of
the Geopolitics of the Second International,” Monthly Review 72, número
10 (March 2021): p. 18. https://monthlyreview.org/2021/03/01/the-ideology-of-late-imperialism/
[7] Atilio Borón, “América Latina en el
contexto del imperialismo,” YouTube video, 1:19:17, 22 de junio de 2017, youtube.com/watch?v=GVwTwwTjzlo.
[8] Atilio Borón, “América Latina en el
contexto del imperialismo,”
[9] Atilio Borón, “América Latina en el contexto del
imperialismo.”
[10] Atilio Borón, “América Latina en el contexto del
imperialismo.”
[11]
J. Z. Garrod, “A Critique of Panitch and Gindin’s Theory of American Empire,”
Science and Society 79, número 1 (2015): p. 49.
[12] William I. Robinson, “Debate on the
New Global Capitalism: Transnational Capitalist Class, Transnational State Apparatuses,
and Global Crisis,” International Critical Thought 7, número 2 (2017): p.
172.
[13] David Harvey, “A
Commentary on A Theory of Imperialism,” A Theory of
Imperialism, by Utsa
Patnaik and Prabhat Patnaik (New York: Columbia University Press, 2017), p. 169.
[14] Salar Mohandesi, “The Specificity of Imperialism,” Viewpoint Magazine, 1 de febrero de 2018. https://viewpointmag.com/2018/02/01/the-specificity-of-imperialism/; John Bellamy Foster, “Late Imperialism: Fifty
Years After Harry Magdoff's The Age of Imperialism,” Monthly Review 71, número 3 (julio-agosto
de 2019): pp. 8–9. https://monthlyreview.org/2019/07/01/late-imperialism/
[15] Mike Gonzalez, “Being Honest About Venezuela,” Jacobin, 8
de julio de 2017. https://jacobin.com/2017/07/Venezuela-maduro-helicopter-attack-psuv-extractivism-oil
[16] Mike Gonzalez, The Ebb of the Pink Tide:
The Decline of the Left in Latin America (London: Pluto, 2019), p. 2.
[17] Gonzalez, The Ebb of the Pink Tide, p. 111–12.
[18]
Maristella Svampa, Neo-Extractivism
in Latin America: Socio-environmental Conflicts, the Territorial Turn, and New Political
Narratives (Cambridge: Cambridge University Press, 2019), p. 18.
[19] Svampa, Neo-Extractivism in Latin America.
[20]
Minqi
Li, “China:
Imperialism or Semi-Periphery?” Monthly Review 73, número 3 (julio-agosto de 2021):
50–58. https://monthlyreview.org/2021/07/01/china-imperialism-or-semi-periphery/
[21] Esteban Mercatante, “El lugar
de China en el orden mundial,” YouTube video, 1:11:33, 1 de noviembre de 2020, youtube.com/watch?v=VRgmTEP9VyA.
[22] Simon Tisdall, “In China’s new
age of imperialism, Xi Jinping gives thumbs down to democracy.” Guardian, 12 de diciembre de 2021. https://www.theguardian.com/commentisfree/2021/dec/12/xi-jinping-china-beijing-new-age-of-imperialism
[23]
Steven Lee Myers, “An
Alliance of Autocracies? China Wants to Lead a New World Order.” New York Times, 29 de marzo de 2021. https://www.nytimes.com/2021/03/29/world/asia/china-us-russia.html; Washington
Post, “Russia and China Announce a
Bid to Make the World Safe for Dictatorship,” [editorial]. February 7, 2022. https://www.washingtonpost.com/opinions/2022/02/07/putin-xi-the-dictators-meet-at-olympics/
[24]
Richard L. Harris y Armando
A. Arias, “China’s South-South Cooperation with Latin America and the Caribbean,”
Journal of Developing Societies 32, número 4 (2016): p. 522.
[25] Douglas Farah y Kathryn Babineau,
“Extra-regional Actors in Latin America: The United States is not the Only Game
in Town,” Prism 8, número 1 (2019): p. 106.
[26] Dmitri Trenin, citado por Angela Stent, Putin’s World
against the West and with the Rest. Nueva York, 2019.
[27] “Joint Statement of the Russian
Federation and the People’s Republic of China on the International Relations
Entering a New Era and the Global Sustainable Development,” 4 de febrero de
2022.
[28]
Brendan O’Boyle, “Yaku Pérez: The New Face of Ecuador’s Left?” Americas
Quarterly, February 1, 2021. https://www.americasquarterly.org/article/yaku-perez-the-new-face-of-ecuadors-left/
[29] Juan Karita, “Evo Morales
Returns Triumphantly to Bolivia After Exile.” Wall Street Journal, 9 de
noviembre de 2020.
[30]
Democracy Now, “After
Evo: As Right-Wing Senator Declares Herself President, What’s Next for
Bolivia?” 13 de noviembre de
2019. https://www.democracynow.org/2019/11/13/bolivia_evo_morales_coup_debate_pt2
[31] Llego a esta
conclusión parcialmente en base de mi experiencia en el movimiento de
solidaridad venezolana, y específicamente mi interacción con más de una
veintena de grupos de solidaridad en los EE.UU. y Canadá en 2018.
[32] William Camacaro, entrevista,
19 de febrero de 2022.
[33]
Steve Ellner, “Lo que más teme Washington del Presidente Lula da Silva”, Rebelión.org,
7 de noviembre de 2022.
https://rebelion.org/lo-que-mas-teme-washington-del-presidente-lula-da-silva/
[34] Esta tesis se llama “la teoría de la paz
democrática”.
[35]
Joshua Muravchik, “‘Scoop’
Jackson at One Hundred: The Conscience of a Neoconservative Giant,” Commentary
134, número 1 (2021): p. 27.
[36] En 2020, el Partido
Comunista de Venezuela (PCV) rompió con el gobierno de Maduro y lo colocó
básicamente en la misma categoría de la oposición venezolana. En su análisis
del gobierno, el PCV minimiza la importancia del imperialismo, como planteo en
mi artículo titulado “Objective Conditions in Venezuela, Maduro’s Defensive
Strategy and Contradictions among the People”, para ser publicado en Science
and Society.
Traducido con la ayuda de Carmen Sánchez de Ellner y
Michelle María Ellner
Steve Ellner es profesor jubilado
de la Universidad de Oriente en Venezuela y actualmente es editor asociado de
la revista Latin
American Perspectives. Es autor de El fenómeno Chávez: sus orígenes y su
impacto (2014). Sus últimos
libros son Latin American Extractivism: Dependency,
Resource Nationalism, and Resistance in Broad Perspective (editado, 2021); y Latin American Social
Movements and Progressive Governments: Creative Tensions between Resistance and
Convergence (co-editado, 2022).
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