La estrategia de Trump hacia Venezuela ha sido un desastre. ¿Qué va a hacer ahora Washington?
Joe Biden como presidente no va a cambiar las premisas básicas de la política exterior de Trump porque hay un consenso entre los Republicanos y Demócratas que EEUU tiene el derecho de intervenir, en todos sentidos de la palabra, en los asuntos internos de otros países (pero no viceversa, como en el caso del escándalo sobre la intervención rusa en las elecciones de 2016). Sin embargo, hay indicaciones que bajo Biden la intervención norteamericana contra Venezuela va a ser menos descarada. Eso no quiere decir que la politica exterior en general de Biden va a ser mejor que la de Trump, y mucho menos que va a ser "progresista"
Consortium News
por Steve Ellner
El senador del Partido Demócrata
norteamericano Chris Murphy recientemente caracterizó la política de su país hacia
Venezuela como un desastre absoluto, dejando claro que el orden político
establecido en Washington reconoce la necesidad de un cambio de estrategia. La
declaración hecha por un senador del Partido Demócrata tan influyente como
Murphy, pudiera apuntar a una revisión de la política hacia Venezuela, aunque
no sea particularmente profunda, por parte de un gobierno demócrata liderado
por Joe Biden.
Murphy dirigió esos comentarios al
“Representante Especial para Venezuela” Elliott Abrams en su comparecencia ante
la Comisión de Relaciones Exteriores del senado. Aseveró que la disensión
dentro de la oposición venezolana amenaza la posición de liderazgo del “presidente”
auto-proclamado Juan Guaidó. Murphy preguntó a Abrams: “¿Juan Guaidó va a ser
para Trump el líder reconocido de Venezuela de manera permanente, aunque cambien
las condiciones en ese país?” Esa fue una buena pregunta porque el éxito de la
estrategia de Trump hacia Venezuela está supeditado al liderazgo indiscutible
de Guaidó. Trump no tiene un plan B.
Washington ha empleado todos los
recursos disponibles para lograr el reconocimiento internacional de Guaidó
desde su autoproclamación el 23 de enero de 2019, así como lo ha hecho para socavar
la autoridad de Nicolás Maduro. Pero los esfuerzos por remover a Maduro del
poder han fracasado uno tras otro, incluyendo una intentona de golpe de estado
el 30 de abril de 2019 y la incursión militar desde Colombia el mayo de este
año. Inclusive Trump ha admitido que Guaidó (un inexperto político que
recientemente cumplió 37 años de edad) no ha tenido la talla para esta misión.
Murphy dijo en la audiencia de la comisión del senado “nuestra gran jugada de
reconocer a Guaidó de entrada simplemente no funcionó”.
Sin embargo, si nos dejamos llevar sólo por las acciones provenientes de
Washington, podríamos pensar que ha ocurrido todo lo contrario, que Guaidó está
a punto de tumbar a Maduro. Cada dos o tres días, el gobierno de Trump,
empeñado en obtener algún éxito llamativo que pueda luego convertirse en votos para
las elecciones presidenciales de noviembre, intensifica la guerra contra
Venezuela, a la que considera un blanco más vulnerable que Irán. El 14 de agosto
Trump se jactó de que EEUU obligó a cuatro tanqueros procedentes de Irán, con
ruta hacia Venezuela, dirigirse a Houston.
El mismo día, un portavoz del Departamento de Estado resaltó el éxito de
la “campaña máxima de presión” hacia Venezuela en la cual “más y más flotas de
transporte globales están evitando el comercio Irán-Venezuela debido a nuestras
sanciones”, las cuales están siendo usadas actualmente para amenazar compañías
navieras, compañías de seguro, y capitanes de barco, entre otros.
La persistente esperanza de Washington es que la situación de Venezuela
va a ir de mal a peor. Así lo planteó el asesor del Departamento de Estado Evan
Ellis en su informe titulado “Venezuela: la pandemia y la intervención
extranjera en un narco-estado colapsado”. Ellis indicó que “El Covid-19 ahora
promete transformar la crisis venezolana en una crisis de mayor envergadura”. Agregó
que “la sentencia a muerte por esa enfermedad puede ser la última gota que desmorone
la disciplina de los militares y otras fuerzas de seguridad”.
Los argumentos de Murphy: los buenos y los malos
Los argumentos de
Murphy en la audiencia del senado fueron pragmáticos, no principistas. Su posición
en cuanto a que la estrategia de Trump no haya dado resultado sugiere la
posibilidad de un distanciamiento entre un posible Presidente Biden y Guaidó.
La posición de Murphy tiene implicaciones positivas y negativas. Es positiva
por cuanto viene de un partido (el Partido Demócrata) cuyos líderes principales
aplaudieron apasionadamente la presencia de Guaidó en el discurso (“State of
the Union Address”) de Trump ante el congreso en febrero.
La decisión de dejar de reconocer a Guaidó como “presidente”, por parte
de un Presidente Biden, sería un reconocimiento tácito que Washington había errado
al entregar mil millones de dólares de activos venezolanos incluyendo CITGO al
gobierno paralelo de Guaidó. Esto no es una equivocación cualquiera. El papel
activista del gobierno de Trump al tratar de convencer a otros países,
organizaciones y corporaciones – incluyendo Rusia, China, Cuba y, aunque usted no
lo crea, Irán – de acatar las sanciones contra Venezuela prácticamente no tiene
precedente en la historia. El argumento de Washington en favor de las sanciones
está sostenido por el argumento de que Guaidó, y no Maduro, es el presidente
legítimo de Venezuela. Un distanciamiento de Washington hacia Guaidó restaría valor
a esta campaña y socavaría el prestigio norteamericano, al menos a corto plazo.
Murphy, hay que
reconocerle, manifiesta que la oposición en Venezuela está fuertemente
dividida. El gobierno de Trump califica la corriente anti-Guaidó como una banda
de políticos delincuentes, algunos de los cuales han sido sancionados por
Washington. Pero recientemente, la jerarquía de la Iglesia Católica, la cual ha
opuesta tenazmente a Maduro y su predecesor Hugo Chávez, criticó firmemente al
bloque pro-Guaidó por rechazar la participación en las elecciones
parlamentarias programadas para diciembre. El 11 de agosto, la Conferencia
Episcopal Venezolana emitió un documento que dijo que el abstencionismo “hará
crecer la fractura político-social en el país y la desesperanza ante el
futuro”. En otro acontecimiento
reciente, Enrique Mendoza del partido social cristiano COPEI agregó su nombre a
una lista de políticos veteranos que están participando en las elecciones de diciembre.
Mendoza declaró “la abstención no ayuda a nada, te haces cómplice y te pones a
favor del contrincante. COPEI va a participar”. Los medios de comunicación corporativos
norteamericanos dicen poco acerca de este tipo de noticia que desacredita a Guaidó
y sus aliados, como también a la posición de la Casa Blanca.
La verdadera
lección
Pero la posición del
Senador Murphy pasa por alto los verdaderos asuntos de la política fracasada de
Trump hacia Venezuela, como también las lecciones de ese fracaso,
específicamente la importancia del respeto a la soberanía nacional de los
países no alineados. En vez de abordar este asunto, Murphy criticó a Abrams y
Trump por no haber sido más inteligentes en su esfuerzo de tratar de lograr el
“cambio del régimen”. Murphy dijo a Abrams “Nosotros podríamos haber usado el
reconocimiento diplomático o la amenaza de imponer sanciones a nuestra ventaja”,
como también consultar a nuestros aliados europeos y “entablar conversaciones o
neutralizar a China y Rusia” en una etapa inicial. En fin, “nosotros jugamos
todas nuestras cartas el primer día, y eso no dio resultado”.
Glenn Greenwald, quien
recibió el premio Pulitzer para el periodismo, atacó el argumento de Murphy en
favor de la hegemonía norteamericana, al decir “Murphy estaba furioso que EEUU
bajo Trump perdiera su ‘derecho natural’ de controlar quien gobierna a Venezuela”.
El asunto de la soberanía
nacional se manifiesta en el debate entre la tendencia pro y anti Guaidó de la
oposición venezolana, un choque que los medios norteamericanos también ignoran.
La fracción anti-Guaidó ha empezado a identificarse con la bandera de la
soberanía nacional. Miguel Salazar, presidente de una de las dos fracciones del
partido conservador COPEI, recientemente aseveró (en palabras de El
Universal) “la comunidad internacional ha exacerbado la
conflictividad… la resolución de los problemas es venezolana y no pasa por
directrices de los Estados Unidos”.
China y Rusia, los dos adversarios norteamericanos más poderosos, defienden la bandera de la soberanía
nacional en sus pronunciamientos sobre Venezuela, y así se realza la
imagen de ambos países, sobre todo en el Tercer Mundo. Al mismo tiempo, EEUU se
encuentra cada vez más aislado internacionalmente, como se evidenció hace poco
con la derrota humillante en el Consejo de Seguridad de la ONU, cuando
Washington contó solamente con el voto de la República Dominicana en su
propuesta para reanudar el boicot de la venta de armas a Irán. Aunque es muy
poco probable que un Presidente Biden vaya a hacer un cambio de 180 grados en
la política de Trump hacia Venezuela, una modificación del activismo intervencionista
de Trump ayudaría a ese país a aliviar los agudos problemas económicos y
políticos que enfrenta y reduciría la creciente pérdida de prestigio de
Washington a nivel mundial.
* Artículo traducido al español con la ayuda de Carmen Sánchez de Ellner
y Michelle Ellner
Steve Ellner, es profesor jubilado de la Universidad de Oriente
(Venezuela), y actualmente Editor Asociado de la revista académica Latin
American Perspectives. Es editor de Latin America’s Pink Tide:
Breakthroughs and Shortcomings (2020) y Latin American Extractivism: Dependency,
Resource Nationalism and Resistance in Broad Perspective (2021).
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