Lo que más teme Washington del Presidente Lula da Silva
by Steve Ellner
Consortium News
Rebelion.org
El Presidente Biden mantuvo su palabra al felicitar a Lula da Silva inmediatamente
después de que los resultados presidenciales electorales fueron anunciados el
30 de octubre. Catalogar las elecciones brasileñas “libres, justas y creíbles” oportunamente, como hizo
Biden, redujo la posibilidad de que a Jair Bolsonaro se le ocurriera cantar fraude
y negarse a aceptar su derrota. Los analistas han interpretado las palabras del
gobierno de Biden sobre las elecciones brasileñas como una demostración de que Washington
estaba parcializado en favor de Lula y en contra de su contrincante, quien ha
sido llamado el “Trump del Trópico”. Este razonamiento es engañoso, por
no decir completamente equivocado.
Lo que más preocupa a Washington es la reemergencia de un movimiento fuerte
de los países no-alineados y la posibilidad de que sea dirigido por un progresista
como Lula. Durante sus dos períodos presidenciales previos, Lula se perfiló como
un portavoz del Sur. Desde entonces, el panorama político mundial ha cambiado.
Hay un número creciente de gobiernos ideológicamente heterogéneos que estaban subordinados
a los EE.UU. y que ahora están desafiando los dictámenes de Washington y en el
proceso, creando un terreno fértil para un bloque de países no-alineados.
La total inhabilidad de las superpotencias, específicamente los EE.UU. y
los países de Europa Occidental, de forjar un acuerdo para terminar el
conflicto en Ucrania, abre un espacio para un líder como Lula quien a través de
su carrera se ha destacado en negociar con políticos de distintas orientaciones
políticas.
La Política Exterior a la Cabeza
El triunfo electoral de Lula se produjo
con apenas un 50.9 por ciento del voto. Similar a sus periodos presidenciales anteriores
(2003-2011), el centro y la derecha, incluyendo los partidos aliados de
Bolsonaro, van a controlar el congreso. Esa balanza del poder desfavorable
probablemente va a presionar a Lula a hacer concesiones a nivel interno, como el
posible ablandamiento de su promesa electoral de obligar a los ricos a pagar
más impuestos. Pero indudablemente la presión va a ser menor en el área de
política exterior, así que Lula va a estar bien posicionado para cumplir con su
oferta electoral de desempeñar un papel destacado en los asuntos regionales y
mundiales. En su discurso de victoria en Sao Paulo el 30 de octubre, prometió corregir
el estatus internacional de Brasil de ser “un estado paria”, resultado
del desdén de Bolsonaro hacia la diplomacia y sus comentarios insólitos, como
echar la culpa a China por el COVID y a Leonardo DiCaprio por los incendios
amazónicos en 2019.
Poco después de su
llegada al poder en 2003, el establishment de Washington vio a Lula como un
moderado confiable, al contrario de los “demagogos perturbadores” como Hugo Chávez, Evo Morales y Néstor
Kirchner. El exministro de
relaciones exteriores de México, Jorge Castañeda, en su famoso libro Lo que queda de la
izquierda: Relatos de
las izquierdas latinoamericanas, alabó a Lula como sensato y pragmático (en el buen sentido de la
palabra), y lo contrastó con la “mala izquierda” de Chávez y compañía, a quien
tildó de “populista” y “antiamericano”.
Pero la caracterización positiva del desempeño de
Lula cambió en 2010. Y cambió no como resultado de las políticas domésticas de
Lula, sino su política exterior, específicamente su reconocimiento del estado
palestino en base a las fronteras pre-1967, después del cual media docena de
otros gobiernos latinoamericanos hicieron lo mismo. El mismo año Lula, en las
palabras de Reuters, “enojó a Washington” debido a sus conversaciones con Mahmoud
Ahmadinejad y su defensa del programa de energía nuclear de Irán.
Después de eso, Lula ya no era un “buen izquierdista” o una respuesta sana al
populismo irresponsable, sino que él mismo había llegado a ser un populista. El
Wall Street Journal tituló un artículo sobre la primera vuelta de las
elecciones presidenciales realizadas el 2 de octubre, que favoreció a Lula
sobre Bolsonaro, “El Populismo Gana las Elecciones Brasileñas”. La autora del
artículo Mary Anastasia O’Grady, editora del periódico, escribió “Otra vez el
candidato Lula está prometiendo moderación. Su ventaja política es su imagen
como un populista benevolente”.
La retórica es un elemento importante del populismo, pero en el caso de
Lula, lo que preocupa a EE.UU. son las acciones concretas que el presidente
pueda realizar que minarían la hegemonía norteamericana. Esa amenaza proviene
en gran parte del bloque de 5 países económicamente fuertes que forman el BRICS:
Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. En Washington, los analistas
escépticos llamaban a las cumbres del BRICS “talleres de pendejadas” de gobiernos que tienen poco o
nada en común. Ese fue el sentido del Tweet de Mike Pompeo – cuando le faltaba
poco para terminar su periodo como Secretario del Estado. Pompeo escribió “¿Recuerdan el BRICS?”, y luego insinuó que el miedo por
parte de la India y Brasil hacia Rusia y China hizo a la organización totalmente
inoperante.
En una entrevista desde la prisión en 2019, Lula declaró que el “BRICS no fue creado como un instrumento de defensa,
sino para ser un instrumento de ataque”. Sus referencias durante la campaña
presidencial al BRICS, como también a la CELAC (de la cual Bolsonaro se retiró)
y a UNASUR, reforzaron este mensaje. Después de reunirse con Lula el día
después de las elecciones, el presidente argentino Alberto Fernández dijo “con Lula, ahora Argentina va a tener un activista en
nuestro esfuerzo” de ingresar al BRICS.
Washington ve la expansión del BRICS como una amenaza, agravada por la
membresía de Rusia y China en la organización. En las semanas finalizando la
campaña presidencial, el National Endowment for Democracy (NED), escribió “Con la expansión del BRICS… para incluir a Argentina, Irán y
posiblemente Egipto, Arabia Saudita y Turquía, Rusia puede adquirir aún más
aliados, lo que representaría un porcentaje significativo del producto interno
bruto de la población mundial”.
¿Hasta qué punto es Lula “neutral”?
Washington no puede estar contento con la posición de Lula sobre el
conflicto ucraniano. Lula ha insistido que el BRICS desempeñe un papel en la
búsqueda de una solución negociada y que él está dispuesto servir como un negociador.
En palabras de Telesur, Lula dijo que “la paz puede ser lograda en la mesa de un bar, lo cual
causó inquietud entre los diplomáticos de Ucrania y Brasil”.
Pero no es solamente el miedo de que Lula se acerque más a Rusia y a China
que a Washington (cosa que sí es cierta), lo que no deja a los diseñadores de
la política norteamericana dormir en la noche. A diferencia de Washington, Lula
reconoce la legitimidad de la democracia venezolana y, en palabras de Ben
Norton, ha dicho a los medios locales que Juan Guaidó es un “criminal de guerra que debe estar en la cárcel”. En los días
antes de las elecciones, Lula dijo a The Economist: “hablan solamente
acerca de Nicaragua, Cuba y Venezuela. Nadie habla de Qatar. Nadie habla de los
EE.UU”.
Desde que el Partido de los Trabajadores
de Lula perdió el poder en 2016, Lula ha insistido que la principal falla del
BRICS es el hecho de que no lanzara una nueva moneda para servir como un rival
al dólar. En una entrevista desde la cárcel, Lula dijo que “cuando yo abordé
el tema de una nueva moneda, Obama me llamó y me preguntó ‘usted está tratando
de crear una nueva moneda, una especie de nuevo Euro’? Dije ‘No. Solamente
estoy tratando de deshacernos del dólar’”. En 2022, la perspectiva para una
moneda de reserva del BRICS es mucho más prometedora, y además los 5 países
miembros apoyan la idea. Por cierto, este año, la moneda de cada uno de los
miembros del BRICS ha superado el Euro.
El uso político del dólar por parte de
los EE.UU. va más allá de la rivalidad con Rusia y China, ya que las sanciones
internacionales impuestas por Washington han llevado sufrimiento agudo a los
pueblos del Sur, incluyendo Cuba, Venezuela, Nicaragua e Irán.
La consigna de un “mundo multipolar”
invocada frecuentemente por Lula apunta al surgimiento de bloques diversos
incluyendo el de las naciones no-alineadas. Un artículo en el número del verano
de 2022 de Foreign Policy, escrito por un experto en seguridad nacional,
refleja el pensamiento de muchos en Washington que están inquietos acerca de la
no-alineación: “Cuando el sistema
internacional está fallando o ausente… no es sorprendente que los líderes abracen
la no-alineación. Mientras más los EE.UU., Rusia, China u otras superpotencias
presionen a países menos poderosos para escoger lados, esos países van a gozar más
de una autonomía estratégica, que pueda crear un mundo más pobre y más cruel,
ya que los países reducen su dependencia externa y consolidan el control de su casa”.
Algunas personas de la izquierda también rechazan
la consigna del “mundo multipolar”. El activista político Greg Godels llama a
la multipolaridad “una noción originalmente planteada por académicos burgueses
buscando herramientas para entender la dinámica de las relaciones globales”, y
agrega “no hay ninguna garantía que los polos que emergen o desafían los polos
de las superpotencias… representen un paso adelante o un paso atrás,
simplemente porque sean alternativos”.
En teoría, Godels tiene razón, pero hasta ahora en
el siglo 21, la multipolaridad ha sido un movimiento y una consigna netamente progresista.
Es verdad, que la presencia del gobierno racista de Narendra Modi o el de Arabia Saudita en el BRICS pone
en duda la naturaleza progresista de ese grupo. La sorprendente decisión
reciente tomada por Arabia Saudita de rechazar el plan de Biden de bombardear
más petróleo con el fin de bajar los precios internacionales, y al mismo tiempo
perjudicar a Putin, no significa que sea menos reaccionaria. Pero esa es
precisamente la razón por la cual el papel de liderazgo de un progresista como
Lula a nivel mundial es tan importante.
Tenemos que recordar que el movimiento no-alineado
se fundó en los años 50 por líderes como Josip Broz Tito, Gamal Abdel Nasser y
Kwame Nkrumah, quienes estaban muy
lejos de ser “neutrales” ya que todos eran de la izquierda y comprometidos
con el socialismo. El movimiento desempeñó un papel importante en favor de la
descolonización, el desarmamiento, y la oposición al racismo y al apartheid.
Similarmente, Lula
está lejos de ser “neutral”. Por cierto, no ha escondido su sospecha de que los
investigadores norteamericanos colaboraron con los fiscales brasileños para su
encarcelamiento, una acusación que ha sido bien documentada por la agencia
noticiosa Brasilwire.
La mayor demostración de que el pragmatismo de Lula no eclipsa su defensa
de posiciones principistas en política extranjera, es su reconocimiento al
estado palestino y el apoyo contundente resultante que ha recibido de la
comunidad palestina tanto en Brasil como en el extranjero. En la primera vuelta
de las elecciones presidenciales, Lula recibió 592 votos en la Ribera
Occidental contra 52 para Bolsonaro.
Una vez más,
América Latina es el único punto brillante en el mundo para las políticas y
metas progresistas. Lula está posicionado para ser el líder de la ola
progresista que ha barrido América Latina desde la victoria electoral de Andrés
Manuel López Obrador en 2018. Pero la incógnita principal es si Lula va a poner
su perspicacia a prueba al desempeñar un papel en favor de una multipolaridad
progresista para un movimiento creciente a nivel mundial que está desafiando la
hegemonía norteamericana y que abarca posiciones distintas en el espectro
político.
Traducido con la ayuda de Carmen Sánchez de Ellner y
Michelle María Ellner
Steve Ellner es profesor de historia
económica jubilado de la Universidad de Oriente en Venezuela, y actualmente un
editor asociado de la revista Latin American Perspectives. Es autor de El
fenómeno Chávez: sus orígenes y su impacto (Editorial Tropykos y el Centro
Nacional de Historia) y compilador de La izquierda latinoamericana en el poder: Cambios y enfrentamientos en el
siglo XXI (CELARG).
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